Al primer vuelo - 13

Total number of words is 5085
Total number of unique words is 1586
36.4 of words are in the 2000 most common words
48.0 of words are in the 5000 most common words
54.6 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
de Villavieja, que la primera novedad que ocurriera aquí había de ser
muy extraña. Pues ya se han cumplido mis pronósticos... El milagro se
obró como se obran casi todos los de su especie: con un poco de
casualidad y otro poco de... ¡qué carape! me voy convenciendo de que, la
mayor parte de las veces, la culpa de las propias debilidades estriba en
los resabios ajenos; en la falta de compensaciones mutuas; en el empeño
tonto de tomarle a uno por su lado más inútil para el destino que se le
quiere dar. Lo contrario de lo que ha sucedido aquí. Ya le he hecho a
usted la pintura física y moral de Nieves: pues imagínese usted ahora a
esa criatura tan linda, tan inteligente, de alma noble y esforzada, y de
corazón limpio y sano como una bolita de oro, con los mismos gustos y
las propias aficiones que yo; supóngala empeñada en que pinto mejor que
Velázquez, que canto como un ruiseñor, que soy el más diestro piloto del
mundo, y que no tengo precio para dirigir y disponer expediciones
campestres; añada usted que me hace su maestro, su guía inseparable, su
confidente y su amigo más íntimo, y añada usted también que es
persuasiva por la fuerza de su talento clarísimo, y otro tanto por la
virtud de su belleza; y ¡qué carape, hombre! o ha de ser uno un adoquín,
o ha de creer y entregarse: entonces o nunca. Y cuando se ha dado este
paso, se concluye mirando hacia dentro, metiendo la sonda en el meollo,
desmenuzando lo que hay allá, viéndolo con ojos de aumento, estudiándolo
con calma, estimándolo con cariño y dándose por muy satisfecho del
hallazgo, por mezquino que sea; satisfacción que trae consigo cierta
seguridad, cierta confianza que antes no había en las propias fuerzas
morales... Todo esto creo yo que es muy disculpable y hasta natural en
la mísera condición humana. Cada cosa pide su elemento propio para vivir
y desenvolverse. Las ideas del hombre están en el mismo caso: se educan,
se fortalecen y aun se iluminan con el concurso de ciertos agentes
externos que parecen providenciales en determinados casos de la
vida.--¡Carape si se me ocurren cosas bonitas ahora!--El _quid_ está en
que esos agentes salgan de su escondite y la quieran tomar con uno, como
la han tomado conmigo en esta ocasión... y Dios se lo pague, por el buen
servicio que me han hecho. Bien se está en el limbo de la
insignificancia; pero se está mejor, porque se vale mucho más, donde yo
me encuentro ahora; no en la región de los soles, porque no soy águila,
pero sí donde se ve claro y no se anda a tientas. Pero ¡qué más? ¿No ve
usted mi lenguaje? ¿No ve usted mi estilo? ¡Leto filosofando! ¡Leto
metafísico! ¡Leto sentimental! ¿Quiere usted novedad más extraña ni
milagro más patente, para un lugarón como Villavieja? ¿Se han cumplido o
no mis pronósticos?
»Pero supongamos que está usted de acuerdo conmigo en este punto, y que
da por bueno el modo de obrarse el prodigio: «Corriente», piensa usted
enseguida, «ya veo que _porque quiso_ ella, Nieves Bermúdez, la bella,
la inteligente, la rica, la discreta, la de alma noble y corazón de oro;
porque lo quiso, en fin, una mujer como no se ha visto en Villavieja ni
volverá a verse en los siglos de los siglos, tú, Leto mísero, te
levantaste y andas; pero ¿_adónde_ vas?» ¡Carape si es usted malicioso!
¿Qué sé yo adónde voy? Voy a todas partes y a ninguna, y ando porque me
va bien así, porque me gusta andar. No vale confundir la luz con el
astro que la produce: ¡bueno fuera que no pudiera amarse la una sin
codiciar al otro! ¿Habría locura mayor? Pues tan grande como ella la
cometería yo si mis devociones cayeran del lado de las sospechas de
usted. Lo quiero advertir en tiempo: soy un admirador agradecido, no un
enamorado: lo primero le es lícito a cualquiera; para lo segundo se
necesita un atrevimiento que no cabe en mí, ni cabrá jamás, porque no
hay razones para que quepa. ¿Cómo he de desconocer yo que lo que por más
entra en la inclinación de Nieves hacia mí, es la identidad de aficiones
que existe entre los dos? Sin esa coincidencia, yo sería para la hija de
don Alejandro Bermúdez un villavejano más; a lo sumo, el hijo del
boticario don Adrián, antiguo y buen amigo de su padre. ¿Ni por qué
había de ser otra cosa mejor? Tampoco pretendo llevar mis escrúpulos
hasta el extremo de suponer que Nieves me agasaja solamente porque me
necesita; pues si tan delgado lo hiláramos en el mundo, ¿adónde iríamos
a parar, ni en qué pondríamos nuestros afectos que los creyéramos bien
colocados? La estimación entre dos personas, por algo ha de empezar; y
por cierto que no siempre este algo es de tan buena ley como el que ha
engendrado la amistad con que me honra la hija de don Alejandro
Bermúdez. Puestas las cosas en este punto, el único en que deben
ponerse, el hecho final resulta (que es adonde yo me dirigía): la luz se
hizo y el milagro se obró en mí. ¿Lo quiere usted más claro? Pues le
juro que temo enturbiarlo si insisto en esclarecerlo.
»Por lo demás, ¡qué carape! en casos tan excepcionales como éste, las
sospechas de cierto género son casi de necesidad. ¡Si a mí mismo me
asaltan algunas veces! Ya se ve: en el ir y venir de las ideas, en el
menguar y en el crecer de los entusiasmos, los límites y los terrenos se
confunden, y se hace un amasijo allá, tan enmarañado y tan rebelde, que
para deshacerle no basta en ocasiones toda la fuerza analítica del
discurso. Pudiera citar a usted muchos ejemplos de ello. Vaya uno de
muestra, por de pronto: Nieves tiene un primito mejicano, con quien se
ha de casar según se dice; y el retrato de este primito, que está para
llegar a Peleches de un día a otro, ocupa en el estudio de Nieves un
lugar de preferencia. Por ese retrato sé yo que el primito es muy guapo;
y por lo que me han contado, que es muy rico y muy bueno. De todo ello
me alegraba yo en los primeros días de conocerle: nada más natural, ¡qué
carape!... como lo es hoy, porque sigo estimándole en todo lo que merece
por las trazas, que son superiores, como he dicho; sólo que en algunas
ocasiones, desde que sé que está para llegar, lo mismo es acordarme del
retrato o ponerme a contemplarle, que ya me tiene usted con cierto
disgustillo de ver guapo al galancete, y de saber que es rico y
bondadoso... vamos, que me nace en el corazón algo, como deseo vago de
que el primo no asome por acá en todos los días de su vida, y de que, si
asoma, resulte picado de viruelas, y tonto por añadidura y pobre por
remate. ¿Ha visto usted barbaridad semejante? Tan enorme me parece a mí
y tan fuera de toda disculpa, que por sentirla escarbándome las mientes,
ya estoy abominando de ella. «¿Quién eres tú, gaznápiro», me digo, «para
atreverte a esas cosas? Si es guapo, si es rico, si es despierto y
honrado, y Nieves le quiere, y en quererle y en hacerle su marido cifra
su felicidad, ¿a ti qué te importa? ¿Así la pagas las distinciones con
que te honra y la estimación que te da? ¿Te abrieron de par en par las
puertas de Peleches para eso? ¿Está bien que entrando por ellas como
amigo honrado, pretendas quedarte adentro como amo y señor de los
señores mismos? ¡Tú, obscuro villavejano, prosaico farmacéutico,
gusanejo vil de la tierra, atreverte al sol mismo que con su calor te
dio la vida! ¿Dónde se ha visto cosa semejante?... Paga, paga, tus
deudas de esclavo, barriendo los suelos donde ella pise, y avergüénzate
de haber levantado los ojos tan arriba.» ¡Carape qué cosas tan tremendas
me digo en esas ocasiones; y cómo me zumban los oídos con el sonrojo,
solamente con imaginarme que pudieran haberme leído tan malos
pensamientos en la cara! Y todo por la arrastrada confusión de ideas;
por el feo vicio que una tiene de afinar con el análisis las que mejor
le parecen. Una pregunta, un gesto, una mirada, que no son la mirada, el
gesto y la pregunta de todos los días, ya nos da que cavilar, que pesar
y que medir para un buen rato... hasta que viene el sentido común dando
la medida exacta de las cosas y poniendo a cada una de ellas en su
correspondiente punto de vista; y se acaba la alucinación.
»He dicho a usted que me parecen las regiones de la luz que ahora
habito, mejores que el limbo de antes, y lo son real y efectivamente,
pero esto no impide que si se dejara a mi arbitrio el volver o no las
cosas a lo que fueron sin quedar de las actuales el menor rastro de su
paso en la memoria ni en el corazón, vacilara yo mucho antes de
decidirme. Bueno, saludable, hermoso es lo presente; pero cada vez que
considero que puede tener su fin a la hora menos pensada; que los
moradores de Peleches desaparecen de aquí; que el palación se cierra y
vuelve a dormitar silencioso en sus alturas, ¡ay, qué triste de color lo
veo todo! ¡qué negro me parece el solar de los Bermúdez; qué turbio el
mar; qué largas las horas, y qué insulsa la vida! En estas lobregueces
de la fantasía, acepto al mejicanito rico, docto y sin viruelas, si con
él, por amo y señor de la señora y ama de Peleches, quedan las
costumbres de allí en el mismo ser y estado en que ahora se hallan; con
lo que le doy a usted una prueba bien evidente de que mis entusiasmos no
pasan de los límites racionales que les corresponden; de que mis
ambiciones se cifran en el goce de la luz, no en la absurda codicia del
astro luminoso; en vivir como ahora vivo, en una palabra.
»Y vea usted lo que son las cosas: cifrando en este método de vida todos
mis goces, esos buenos señores de Peleches creen prestarme un gran
servicio aliviándome de vez en cuando de lo que ellos juzgan pesada
carga para mí. ¡Pesada carga conversar con Nieves, recoger sus
impresiones de artista y de mujer observadora, y sus confidencias
siempre originales y espontáneas y tan pintorescas como todo lo que
brota de su luminoso pensamiento! Con un pretexto cualquiera se hace un
alto en el programa y se nos licencia temporalmente a don Claudio
Fuertes y a mí. Ahora estamos en uno de esos paréntesis fastidiosos, o
compases de espera, como los llama el comandante, que los deplora
bastante menos que yo. Llevo tres días sin ver a los señores de Peleches
más que un ratito al anochecer; y como las horas desocupadas se me hacen
siglos y el tiempo está hermoso y los entretenimientos viejos del Casino
no me satisfacen, el _yacht_ lo paga.
»Sobre esto del _yacht_, sólo le he dicho a usted que Nieves se perece
por andar en él, y que su padre, menos aficionado que ella a esta
diversión, cuando no quiere o no puede acompañarla, tolera muy gustosa
que vaya sola conmigo y con el famoso Cornias; pero nada le he hablado
de lo intrépida que es allí; de cómo se le revela el placer de que va
poseída en el ardor de la mirada y en la gallardía de sus posturas; ni
de cómo me tienta y seduce con palabras o con gestos más tentadores que
ellas, a que fuerce y obligue al balandro a hacer lo que yo no quiero
que haga, ni debe de hacer cuando lleva una carga tan preciosa... ¡Y el
demonio del barquichuelo, como si lo conociera, hombre! Hasta al mismo
Cornias se le antoja que parece otro cuando va Nieves dentro de él.
¡Carape, cómo se gallardea entonces, y con qué gracia escora y hace
_hablar_ al aparejo, y se desliza y gatea! En fin, una pura monada.
Verdad que siempre fue una maravilla en estos particulares; pero así y
todo, cabe mejorarse, y bien sabe usted lo que influyen en el aspecto de
las cosas la distancia, la clase y el punto de la luz que las ilumina.
«Al fin», me digo yo en estos casos, «la largueza de mi incomparable
amigo halló su merecido premio; ya tiene la joya un empleo digno de su
gran valor.» Y entonces, amigo mío, no me remuerde la conciencia por ser
dueño de lo que no merezco, y hasta me felicito de no haber opuesto
mayores resistencias que las que opuse a la rumbosa dádiva de usted.
¡Bien empleada está ahora! Así me la conserve Dios muchos años.
»Pero a todo esto, ¿hago yo bien o mal en entretenerle a usted con estas
fantasías que me tienen como niño con zapatos nuevos? ¿Qué juicio
formará usted de ellas y de mí? Por el amor de Dios, no se ría, y
considere que estando obligado a referirle los sucesos, como se los he
referido al principio de la carta, no podía dejarlos sin la salsa de lo
que añado al relato, so pena de quedar usted sumido en más hondas
confusiones, o de tomarme por un solemnísimo embustero; porque,
verdaderamente, el caso de arriba resultaría increíble sin la
explicación de abajo, para todo el que me haya conocido como usted me
conoció. Lo que a mí me ha faltado, y de aquí nacen mis temores, son
uñas para arrancar de mis adentros la entraña del asunto, tan limpia de
adherencias y piltrafas, que llegara usted a verle con la misma claridad
que yo le veo. ¡Ay, carape! como yo tuviera esas uñas metafísicas, ¡qué
colores le hubieran resultado al cuadro ese y qué tranquila estaría
ahora mi conciencia de narrador! Pero es lo que sucede siempre: pasan
las cosas; va usted sintiéndolas y estimándolas una a una, y
confiándolas de igual modo al dictamen o al afecto del amigo, y todas
ellas van pareciendo naturales y corrientes, y ordenándose y
acomodándose sin reparos, ni asombros ni aspavientos de nadie; pero
devórelas usted solo; almacénelas adentro, y a la hora menos pensada,
suelte el acopio entero y verdadero para que se vea y se estime en su
legítimo valor: ya parecen cosas diferentes, y hasta resulta montaña lo
que quiso usted que resultara granito de salbadera, o al revés... Por
supuesto, voy hablando de lo que me pasa a mí de ordinario, para venir a
parar a que lo que ha de asombrarle a usted, sin llegar a entenderlo
claro, viéndolo derramado en esta carta, le hubiera asombrado menos y lo
habría apreciado mejor siendo testigo presencial de los sucesos.
»De todas maneras, ríase o no se ría de la confidencia, guárdela usted y
téngala siempre como prenda segura del entrañable afecto que le profesa
su mejor y más agradecido amigo
LETO PÉREZ.
Agosto 10 de 18...»


--XVI--
Gacetilla

En una ocasión, dando los de Peleches unas vueltas, de pura cortesía, en
la Glorieta a la salida de misa mayor, observó Nieves algo de extraño en
el continente de las villavejanas; algo como forzado que las desfiguraba
a todas de la misma manera y por un mismo patrón, si pudiera decirse
así. Consultó la observación con Leto que iba a su lado, y Leto la dijo:
--Fíjese usted bien, particularmente en la Escribana mayor, que es la
que más lo exagera... ¿No cae usted?
--No caigo.
--Pues consiste en que han dado todas en la gracia de imitarla a usted
en el modo de andar y en el de vestir.
Nieves se hizo cruces.
Aquella misma tarde se encontró Leto con las Escribanas yendo él hacia
la botica y ellas hacia la Glorieta. Nada tenía esto de particular; pero
sí lo tuvo el que al pasar Leto codo con codo con la Escribana mayor,
dijo ésta en voz airada volviendo la cara hacia él, que había saludado
muy cortésmente:
--¡Escandaloso!
El pobre chico se quedó viendo visiones. ¿Por qué tal improperio?
¿Dónde, cuándo ni cómo había escandalizado él?... ¡Carape con el
dicho... y en mitad de la calle, y a quemarropa!.. Y aunque hubiera
escandalizado, ¿qué le importaba a ella?... ¡Vaya con la grandísima!..
Pero ¿no era creíble también que la palabrota que parecía un insulto a
él, fuera simplemente una de las dichas por la Escribana en el calor de
la riña sorda en que iría empeñada con sus hermanas, como de
costumbre?... En fin, no lo entendía; y después de todo, ¿qué más le
daba?
Leto, con la vida que traía últimamente, andaba muy atrasado de
noticias. El sabía que a poco de llegar de Sevilla los de Peleches y de
darse Nieves a ver, los chicos de la crema villavejense trataron de dar
a la sevillanita una «velada de honor» en el Casino; sabía que Mona
Codillo y Celia Tejares (la Indiana mayor) se prestaban a tocar a cuatro
manos las tres piezas que tocaban siempre allí y en el salón del
ayuntamiento; y sabía, por último, que había disponible una metralla de
más de diez _Poemitas y Meditaciones_ para acompañar al estruendo de la
música; algunos _levisacs_ ribeteándose de nuevo, y hasta media docena
de fraques en remojo; pero ignoraba que desde que se había notado en los
Bermúdez el propósito de aislarse en su castillón de Peleches, y, lo que
era aún peor, desde que se les había visto excluir de sus «altivos
desdenes» a «un soldadote incivil, a un boticario chocho y al gandulón
de su hijo», es decir, «a lo más ínfimo y despreciable de Villavieja»,
las cosas habían mudado de aspecto: las chicas se negaban en redondo,
las unas a tocar, las otras a concurrir; los chicos, que tal vez
aspiraran a ser tertulianos de Peleches y caballeros rompe--lanzas de la
fermosa castellana, comenzaron a cerdear; y aunque hubo algunos menos
quisquillosos que querían entrar con todas a trueque del festival,
Maravillas les apagó los fuegos, demostrándoles a su modo que «sólo al
genio del hombre debían de tributarse festejos, no a una quimera
teológica ni a la vanidad de un poderoso que se complacía en
humillarlos.» Que los festejara el lacayo miserable (Leto, clavado) que
les barría los suelos de rodillas por el mendrugo que le daban. Todo
esto, solamente por lo de los primeros días; porque en cuanto se supo
que Nieves andaba sola por las escabrosidades y umbrías de Peleches, y
llegó a vérsela, sola también, por la bahía con el hijo del boticario,
los aspavientos no tuvieron límites, y se indignaron las mujeres, que,
al mismo tiempo, se afanaban por imitarla en el corte de los vestidos y
en la manera de andar.
Bien ciego y bien sordo necesitó estar Leto entonces para no ver ni oír
lo que se hizo y se dijo en Villavieja contra la «desvergonzada
andaluza, el estúpido Macedonio» (había cundido el mote, por lo visto),
y contra él, contra Leto, «el majagranzas enfatuado y corruptor
escandaloso» de las buenas costumbres de allí. Porque las Escribanas y
las de Codillo, y Rufita González, pero principalmente las Escribanas,
eran las que lo cernían en tertulias y en paseos, y las que escupían de
medio lado y se tapaban las narices en mitad de la calle en cuanto oían
nombrar a los Bermúdez o cosa que les perteneciera; lo que no impedía
que cuando los tenían delante se despepitaran buscándoles el saludo.
La Escribana mayor, que tenía, por lo visto, sus motivos particulares
para ir a la cabeza de aquella conjuración de mujeres y de mozuelos
desocupados (porque de aquí no pasó la riada), pescó un día a tiro a
Maravillas y le dijo que no tendrían agallas ni pundonor él y cuantos
con él andaban en el fregado de un periódico en letras de molde, si no
le echaban cuanto antes a la calle, pero lleno de metralla contra
ciertos malos ejemplos que corrompían las honestas costumbres de ciertos
pueblos honrados, y contra los traidores escandalosos que ayudaban a los
de fuera en la corrupción de los propios. Maravillas cantó sus ansias
civilizadoras y sus «convicciones positivistas», en demostración de sus
grandes deseos de complacer a la Escribana; pero a renglón seguido
expuso las dificultades viles y mecánicas que había para realizarlos:
una de ellas el desánimo de sus colaboradores para dar el dinero que se
necesitaba.
--Por eso no quede--dijo la otra en ademán trágico de aficionado
casero:--nosotras somos ricas; y por el bien y por la honra de
Villavieja, daremos hasta las enaguas.
Maravillas la estrechó la mano en silencio, y se largó prometiendo que
_El Fénix Villavejano_ no se haría esperar mucho.
Nada de esto ni de otro tanto más sabía Leto aquella tarde; como no
sabía que habiendo husmeado estas cosas los Vélez desde su palomar de la
Costanilla, y manifestado por aquellos días el entristecido Manrique
propósitos de intimar el trato de los Bermúdez para realizar un
determinado plan que había ideado y declaró a su hermana, ésta le dijo,
irguiéndose pálida y seca, como una tibia muy grande:
--Te juro que arderá este palacio por las cuatro esquinas, en cuanto tú
me traigas a él una cuñada de esa traza.
Por lo cual había _renunciado_ Manrique Vélez, a casarse con Nieves
Bermúdez.


--XVII--
Mar afuera

Le digo a usted, ¡carape! que éste es un problema que marea. Vengan aquí
todos los sabihondos de la tierra, y pruébenme que cabe dentro del
sentido común el que un hombre con barbas se pase media noche en claro,
por el disgusto de no haber subido a Peleches en cuarenta y ocho horas.
¡Qué han de probar? Y mucho menos si yo les digo: «reparen ustedes que
el hombre de mi ejemplo no tiene obligaciones que cumplir allí, ni debe
una peseta al padre, ni está enamorado de la hija, ni Cristo que lo
fundó; que no es más que un tertuliano de la casa y un amigo que pasea a
menudo con los señores de ella, no desde el principio de los tiempos,
sino de dos meses acá; que si no ha concurrido a las dos últimas
tertulias del anochecer, es porque a esas mismas horas ha tenido
ocupaciones de importancia en la botica de su padre, que le da el pan de
cada día; que ese hombre jamás ha conocido el mal humor, ni tomado en
serio cosa alguna de tejas abajo y de puertas afuera; que rebosa de vida
y de salud, y que nada teme, ni nada debe, ni nada envidia... Por
último, ese hombre existe en carne y hueso; y soy yo, Leto Pérez, el
hijo del boticario de Villavieja, y boticario también.» Y entonces los
sabios me contestarían, por poco sabios que fueran: «pues Leto Pérez, el
hijo del boticario de Villavieja, no tiene sentido común.» Y no le
tengo, ¡carape! no le tengo, y a eso iba; pues sí le tuviera, no me
sucedería lo que me sucede; porque a un hombre de sentido común no puede
sucederle eso más que en un caso, y yo niego ese caso; y no solamente le
niego, sino que la suposición de él me parece el más enorme de los
absurdos, y además una irreverencia... ¡qué digo irreverencia? un
sacrilegio. De donde se deduce claramente que me quedé corto cuando,
escribiendo al inglés, le dije que entre ser lo que ahora soy y volverme
a lo que fui, vacilaría... ¡Vacilar, carape! a ciegas me agarro a lo de
ayer. Ayer era yo el hombre más descuidado y venturoso de la tierra; y
hoy me carga a lo mejor cada murria que me parte. ¡Qué más? ¡Hasta el
mismo oficio de que vivo empieza a caérseme de las manos! Es una mala
vergüenza confesarlo; pero es la pura verdad. Nada, ¡carape! que, según
van poniéndose las cosas, como si yo hubiera nacido hace dos meses. De
esa fecha para atrás, el limbo... Con decir que hasta el _yacht_ me
impone condiciones para hacerse querer de mí... ¿Se ha visto otra? Pues
así es. O con _ella_ a bordo, o que nones. Y en estos remilgos, seis
días de holgueta el muy tunante... Pero por esto no paso, porque sería
ya de lo inaudito... Hoy se me han hinchado las narices, y te voy a dar
tres tazas, por lo mismo que no quieres caldo...»
Por este arte despotricaba en sus adentros Leto Pérez bajando una mañana
hacia el muelle, sin corbata ni chaleco, con una ancha boina en la
cabeza y, por todo ropaje exterior, una americanilla y unos pantalones
de lienzo. Como arreglaba la marcha al compás de los pensamientos,
andaba con relativa lentitud, algo cabizbajo y con las manos en los
bolsillos.
Cornias aparejaba el _yacht_, atracado a la escalerilla.
--¡Aviva!--le dijo en cuanto pisó el primer peldaño,--para ver si
podemos _desabocar_ con la vaciante y el terralillo que nos quedan.
Enseguida bajó y se puso a ayudar a Cornias para acabar primero.
Terminada la faena, le previno:
--A desatracar para franquearnos.
Cornias, con la agilidad y presteza de un mono, empezó a cumplir la
orden desanudando la estacha de proa para largarla.
--¡Espera!--le dijo de pronto Leto, con una inflexión de voz que
revelaba algo de extraño para Cornias.
Suspendió éste la tarea y miró a Leto, que estaba a popa y sobre las
puntas de los pies, como fascinado, con los ojos fijos en la blanca
silueta de Nieves que acababa de aparecer en lo alto del Miradorio.
--¡Ay, carape!--se dijo:--con esto no contaba yo ahora. ¿Habrá visto el
_yacht_ aparejado desde allá arriba? ¿Vendrá acá?... Por las trazas,
sí... ¡Pues buenas están las mías para recibirla, carape!... Pero, bien
mirado, no estoy sucio ni roto... ¿Y si no nos ha visto, ni viene a lo
que yo presumo? ¿Espero?... ¿Me largo?... ¡Largarme! ¡Tendría que ver!
¿Podría, aunque quisiera? ¡Pues no están vibrándome las fibras todas
como si de pronto me hubiera henchido de la salud que me faltaba?...
¡Carape, carape, hombre, qué cosas éstas tan extrañas!... Ya no la
veo... ¿Por qué no serán transparentes los breñales que me la tapan
ahora? ¿Por dónde echará? ¡Por dónde, por dónde! ¿Tienes más que ir a
verlo, simplón, cuanto más que estás deseándolo?... Eso sí; pero ¿cómo
lo tomará? ¿A bien? ¿A mal? ¡Ay, qué arrastradas desconfianzas estas
mías, que no acaban de curárseme! A la una... a las dos...
¡Cornias!--dijo en voz alta--, atraca otra vez... y aguárdate así, que
vuelvo enseguida.
Saltó a la escalera, la subió en dos zancadas, atravesó el muelle y el
andén en muy pocas más, tomó el camino del Miradorio; y al dominar el
primer recuesto se halló cara a cara con Nieves que venía por el
entrellano a todo andar también, algo sofocadita y un poco anhelante;
pero muy mona, ¡muy mona!
La pobrecilla temía llegar tarde: había visto desde allá arriba el
grimpolón azul, y por él había presumido que estaba el _Flash_ atracado
al muelle; y estando atracado al muelle, sería para salir a navegar por
alguna parte... «Pues buena ocasión», se había dicho entonces. «Puede
que Leto quiera llevarme»; y hala, hala, hala... ¡qué ira le daba aquel
pedazo de camino tan escondido del muelle, donde era inútil hacer una
seña o dar una voz! ¡Y si entre tanto se largaba el _yacht_? ¡Y ella que
tenía tantas ganas de darse otro paseo en él! Desde el último, once días
lo menos... y dos sin subir Leto a Peleches, ni dejarse ver por ninguna
parte. ¿Había estado enfermo? ¿estaba enfadado, resentido de alguna
cosa? ¡Qué injusto sería en ello! En Peleches, todos, todos le estimaban
mucho y le estaban muy agradecidos.
Bien poco le quedaba que hacer a Leto en aquella escena que tanto le
imponía desde lejos. Todo se lo daba hecho Nieves; todos los caminos le
abría ella; y ¡con qué dulzura de mirar, con qué timbre de voz tan
melodioso, con qué volubilidad tan espontánea y hechicera! Había que ser
un leño para no atreverse, con aquel estímulo que le parecía sobre
humano, a ser un poco sincero y expresivo también; y se atrevió a serlo.
Dijo el por qué de no haber subido a Peleches en dos días. ¡Él enfadado,
él ofendido! ¡Eso si que era no conocerle!.. ¡cuando precisamente las
horas de esos días se le habían hecho siglos! Para entretener el tiempo
mejor hasta la noche, en que pensaba volver a la tertulia de Peleches,
había resuelto pasar la mañana en la mar; y estando ya desatracando el
_yacht_ para franquearse, la había visto a ella bajar por el Miradorio,
y había salido a su encuentro para ponerse a sus órdenes, por si no
había visto el balandro aparejado, o no venía con ánimos de embarcarse
en él. ¡Carape, si recalcó lo de las horas largas, y estuvo valeroso y
ocurrente en otras finezas semejantes el hijo del boticario! Y Nieves,
tan ufana con ellas y tan agradecida. ¡Que le preguntaran entonces si la
cruz de su nueva vida le pesaba, y si, para descargarse de ella, quería
volver al limbo por que suspiraba poco antes!
Pero ¿por qué andaba Nieves por allí a aquellas horas? También se
atrevió Leto a preguntárselo, caminando ya los dos hacia el muelle; y
resultó que Nieves y su padre, después de dar un largo paseo en
dirección a la mina, se habían sentado a leer en la Glorieta: don
Alejandro un periódico, y ella aquel libro que traía debajo del brazo;
don Alejandro se cansó muy pronto de leer, y se volvió a casa con
propósito de destinar toda la mañana a despachar su correspondencia
atrasada; ella se quedó leyendo, y advirtió a su padre que pensaba darse
después una vuelta por el Miradorio, como hacía muchas veces. Desde el
Miradorio había columbrado el palo del balandro con su grimpolón azul, y
las pícaras tentaciones habían hecho lo demás.
--De manera, Leto--dijo en conclusión y deteniéndose para decirlo--, que
ese paseo va a ser de contrabando, porque papá no sabe nada de él.
Téngalo usted muy en cuenta y dígame qué tiempo se necesita para darle
por la mar... porque ha de ser por la mar el paseo de hoy, o no me
embarco.
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Al primer vuelo - 14
  • Parts
  • Al primer vuelo - 01
    Total number of words is 4999
    Total number of unique words is 1599
    34.9 of words are in the 2000 most common words
    46.1 of words are in the 5000 most common words
    52.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 02
    Total number of words is 5052
    Total number of unique words is 1618
    36.9 of words are in the 2000 most common words
    49.0 of words are in the 5000 most common words
    55.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 03
    Total number of words is 5030
    Total number of unique words is 1618
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    46.6 of words are in the 5000 most common words
    53.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 04
    Total number of words is 5061
    Total number of unique words is 1585
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    47.0 of words are in the 5000 most common words
    52.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 05
    Total number of words is 4883
    Total number of unique words is 1483
    36.9 of words are in the 2000 most common words
    49.6 of words are in the 5000 most common words
    55.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 06
    Total number of words is 4898
    Total number of unique words is 1656
    35.6 of words are in the 2000 most common words
    46.4 of words are in the 5000 most common words
    52.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 07
    Total number of words is 5034
    Total number of unique words is 1488
    37.3 of words are in the 2000 most common words
    49.4 of words are in the 5000 most common words
    55.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 08
    Total number of words is 4991
    Total number of unique words is 1539
    36.2 of words are in the 2000 most common words
    48.8 of words are in the 5000 most common words
    54.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 09
    Total number of words is 4846
    Total number of unique words is 1576
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    44.4 of words are in the 5000 most common words
    50.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 10
    Total number of words is 5019
    Total number of unique words is 1612
    36.5 of words are in the 2000 most common words
    48.8 of words are in the 5000 most common words
    54.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 11
    Total number of words is 4968
    Total number of unique words is 1532
    36.3 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    53.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 12
    Total number of words is 5054
    Total number of unique words is 1554
    37.5 of words are in the 2000 most common words
    50.1 of words are in the 5000 most common words
    56.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 13
    Total number of words is 5085
    Total number of unique words is 1586
    36.4 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    54.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 14
    Total number of words is 4823
    Total number of unique words is 1536
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    47.8 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 15
    Total number of words is 4956
    Total number of unique words is 1539
    36.8 of words are in the 2000 most common words
    49.4 of words are in the 5000 most common words
    55.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 16
    Total number of words is 4907
    Total number of unique words is 1468
    36.7 of words are in the 2000 most common words
    48.3 of words are in the 5000 most common words
    52.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 17
    Total number of words is 4932
    Total number of unique words is 1494
    37.6 of words are in the 2000 most common words
    49.0 of words are in the 5000 most common words
    54.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 18
    Total number of words is 4899
    Total number of unique words is 1501
    35.6 of words are in the 2000 most common words
    47.7 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 19
    Total number of words is 4870
    Total number of unique words is 1572
    35.0 of words are in the 2000 most common words
    46.5 of words are in the 5000 most common words
    53.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 20
    Total number of words is 4893
    Total number of unique words is 1566
    37.9 of words are in the 2000 most common words
    48.6 of words are in the 5000 most common words
    54.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 21
    Total number of words is 1636
    Total number of unique words is 658
    47.0 of words are in the 2000 most common words
    58.4 of words are in the 5000 most common words
    62.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.