A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 16

Total number of words is 4834
Total number of unique words is 1690
33.0 of words are in the 2000 most common words
45.6 of words are in the 5000 most common words
53.5 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
como no he ido en los Estados Unidos á divertirme en ver á dos
ciudadanos romperse á puñetazos el esternón y las quijadas para deleite
de los cultos espectadores; mas no por eso diré que mientras entre los
_yankees_ se estilen tales juegos, no será posible que se civilicen y
seguirán siendo bárbaros y feroces. El Sr. Taylor declara en cambio que
nosotros sólo porque toleramos las corridas de toros, somos _incapaces
de civilización_ en su más alto sentido.
Diré, por último, que el Sr. Taylor, que varias veces nos acusa de
crueles, es cruelísimo con el pueblo español cuando le compara á un
hidalgo empobrecido y casi hambriento, que lleno de vanidad y por seguir
alternando con otros hidalgos ricos, es manirroto y despilfarrado, gasta
más de lo que tiene y va derecho á la más espantosa ruina. Pues qué,
¿entiende el Sr. Taylor que sea vanidad y despilfarro que procuremos
conservar, aun á costa de los mayores sacrificios, una isla que nos
pertenece, y donde nadie ó pocos se sublevarían si desde los Estados
Unidos no los alentasen y no les enviasen armas y dinero? Cuba es
nuestra propiedad legítima, y no es vanidad ni soberbia nuestro empeño
en conservarla. Cuba es, además, como la prenda y el testimonio visible
y monumental de que este pueblo de la _castañeta_ fué el que descubrió
el Nuevo Mundo é implantó en él las artes y la civilización de Europa.
Aunque nosotros no negamos que en comparación de los Estados Unidos
somos muy pobres, todavía nos parece duro que á cada paso se nos eche
en cara nuestra pobreza y la vanidad ridícula con que se supone que
tratamos de disimularla. Las señoras, dice el Sr. Taylor, van á paseo en
coche elegantemente vestidas de medio cuerpo arriba, y de medio cuerpo
abajo muy andrajosas, cubriendo con una manta aquella miseria. Por
lucirse, andar en coche y tener palco en el Real, se tratan muy mal en
casa, la cual suele estar inconfortable y mal amueblada. En invierno se
mueren de frío, y en todas las estaciones remedan al camaleón,
alimentándose casi del aire.
El Sr. Taylor deja entrever con insistencia su recelo de que en España
se come poco y mal, de modo que nosotros para agasajar á los extranjeros
no los convidamos nunca á comer, limitándonos á hacerles muchas
cortesías. Nos cuenta, sin embargo, contradiciéndose, que el Sr. don
Emilio Castelar le dió un almuerzo suculentísimo, en el que se sirvieron
diecisiete platos, sin contar los postres, que serían, probablemente,
cuarenta ó cincuenta, todo ello, para que no se atragantase, remojado
con los mejores vinos españoles. Pues qué ¿quería más el Sr. Taylor?
También se contradice al hablar de los clubs ó casinos. En algunos
pasajes de su libro afirma que no somos un pueblo _clubable_, y califica
de mezquinos y pobres nuestros clubs, y lamenta que se sostengan por el
juego. Y en contra de lo dicho, afirma en otros pasajes, por ejemplo,
que el Casino de Córdoba es grandioso, y ensalza el Ateneo de Madrid,
que al fin es un casino donde no se juega, encomiando su rica y selecta
biblioteca, su gran salón de sesiones y sus cátedras, donde personas
sabias y elocuentes enseñan diversas ciencias y facultades.
Sobre la _high-life_ de Madrid y sobre las damas de la suprema
elegancia, el Sr. Taylor está algo satírico; pero en manera alguna
singularmente ofensivo, ya que los vicios y faltas que halla en la
_smart set_ madrileña le parecen menores que los de la _smart set_
neoyorquina. Como yo en este punto tengo la manga mucho más ancha que el
señor Taylor, absuelvo de casi todas sus culpas, sin imponerles la menor
penitencia, tanto á las damas elegantes de Madrid, como á las de los
Estados Unidos, que me parecieron guapísimas, discretas y divertidas,
durante los dos años que pasé en aquella tierra. Mi indulgencia es
fenomenal para con las señoras. Apenas hay rareza que yo no les perdone;
hasta perdono á algunas de nuestras damas elegantes que, según observa
el Sr. Taylor, aunque no sepan hablar inglés, pronuncien con acento
inglés el castellano, apretando mucho los dientes, desde que pasaron una
semana en Londres. Este acento inglés es ya más distinguido y más _chic_
que la erre nasal ó gangosa que otras damas emplean á fin de parecer
educadas en _París de Francia_.
La clase media, sigue el Sr. Taylor, es ignorante, grosera y sucia.
Supone enorme distancia, un abismo, entre nuestra nobleza y el pueblo.
No sé cómo ha podido notar esto en el país más democrático del mundo,
que es España. El señor Taylor acusa á cada paso de ignorantes á los
españoles. No se comprende cómo el poco tiempo que ha estado aquí le ha
bastado para examinarnos de todas las asignaturas y darnos calabazas.
Los mahometanos y los judíos, esos sí que eran sabios; pero hicimos la
barbaridad de expulsarlos.
No cabe en este breve escrito contestar á las censuras del Sr. Taylor.
Nos limitaremos á contraponerle las siguientes afirmaciones:
Que durante toda la Edad Media la España cristiana fué el pueblo más
tolerante de toda la cristiandad:
Que cuando venían cruzados á ayudarnos en la Reconquista, era menester
echarlos ó luchar contra ellos, para que no matasen ni robasen á todos
los judíos y mahometanos, faltando á los pactos y á la fe jurada:
Que la sabiduría muslímica y rabínica y sus filósofos y doctores, en vez
de ser perseguidos por los monarcas cristianos de España, hallaron con
frecuencia en sus cortes protección y refugio contra las fanáticas
persecuciones, ya de algunos califas de Córdoba, ya de los almoravides y
almohades, en la época de las tremendas invasiones africanas:
Y en fin: que esa sabiduría se difundió y se dió á conocer en el resto
de Europa por medio de los cristianos españoles, arzobispos, obispos y
sacerdotes casi siempre, que tradujeron, comentaron y explicaron los
textos arábigos y hebráicos.
Pero salgamos de las honduras en que nos hemos metido, y terminemos
este artículo, que va siendo ya sobrado largo, afirmando que el libro
del Sr. Taylor es muy agradable de leer, á pesar de los defectillos que
hemos notado, y que, si procuramos no ser vidriosos, reconoceremos que
cuanto el Sr. Taylor dice contra nosotros, proviene de prejuicios
difíciles de arrancar del alma de un extranjero, pero que en el fondo el
señor Taylor ó nos encomia ó procura encomiarnos, y en casi todas las
páginas de su libro muestra hacia nosotros muy sincera y fervorosa
simpatía.
[Illustration]


SOBRE LA ANTOLOGIA
DE POETAS LÍRICOS CASTELLANOS
DE DON MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO

Distraída la atención de la gente hacia los tristes acontecimientos
políticos que van sucediéndose, poco ó nada interesan los trabajos
literarios de nuestros días. De comedias, novelas y otros libros de
entretenimiento, suele hablar la crítica en los periódicos. De libros
eruditos, si tratan de cosas que pasaron mucho tiempo há, los periódicos
no suelen decir nada ni tienen espacio ni vagar para ello. Y, sin
embargo, además de que se aquieta y satisface la curiosidad con saber
las cosas antiguas, el recordarlas ó el saberlas mejor, cuando nos las
explica un varón docto y discreto, nos sugiere multitud de pensamientos
y nos excita á proponer, ya que no á resolver, dudas, enigmas y
problemas que tienen aplicación inmediata á las cosas de ahora.
Digo esto á propósito del último libro del señor Menéndez y Pelayo (Tomo
VI de la _Antología de poetas líricos castellanos_), donde el autor, en
más de 400 páginas, nos presenta un cuadro completo de la cultura y de
la grandeza de España en tiempo de los Reyes Católicos, á fines del
siglo XV y principios del XVI.
Hablando con desenfadada franqueza, yo creo inferiores á lo que hoy se
escribe todas las producciones literarias de aquella edad, salvo tres,
cuya resonancia y fama en las naciones extranjeras, y cuyo influjo en la
cultura general no tiene traza de adquirir ni podemos presumir ni
esperar que adquiera ninguna de nuestras producciones contemporáneas.
Son estas tres obras que exceptúo _La Celestina_, las _Coplas_ de Jorge
Manrique, y _El Amadis_, en su última forma definitiva.
No seré yo de aquellos á quienes condena el Sr. Menéndez, porque
desechan sin leerlos y como malos é insufribles todos los versos del
_Cancionero general_ de Castillo y los que encierra el de Resende,
escritos en castellano; pero no puedo persuadirme de que haya en dichos
versos algo que se levante sobre el nivel de lo mediano, y que divierta
é interese hoy, si bien debe leerse y estudiarse, ya que sobre
costumbres, usos, pasiones, aventuras y casos de aquella época gloriosa,
enseña no poco que no enseñan las crónicas ni las historias, y ya que es
además muestra y dechado del lenguaje y estilo de Castilla en los
momentos de su mayor expansión y florecimiento políticos.
Tal vez logre el Sr. Menéndez, cuando hable de Juan del Encina, á quien
califica del mayor poeta en aquel período y de D. Pedro Manuel de Urrea,
que sobresale entre los aragoneses, infundirnos, al analizar y criticar
sus obras, un concepto más elevado de nuestra inspiración poética de
entonces. Yo dudo de que lo consiga, y no acierto á explicarme el poco
valer de la poesía de entonces por falta ó culpa del instrumento; porque
la lengua no estaba hecha ni el buen gusto formado. Cuando en aquella
lengua se escribieron las _Coplas_ de Jorge Manrique, bien pudieron
escribirse otras muchas de igual mérito. Y no atribuyo tampoco mi
cortísimo entusiasmo por aquella antigua poesía española á que para
entenderla y sentirla bien, importa trasladarse en espíritu á la edad en
que se compuso. Si es difícil trasladarse en espíritu á principios del
siglo XVI sin salir de España, más lo es volar á Grecia ó á Italia no
pocos siglos antes, y no por eso dejo de atreverme á decir que
comprendo, estimo y admiro á Píndaro, á Horacio, á Virgilio, á Dante y
al Petrarca. El no admirar, por consiguiente, á los poetas de los
Cancioneros, debe de consistir, y no hallo otra razón por más vueltas
que le doy, en que distan mucho de ser admirables.
En cambio, en la vida del más insignificante de ellos, en sus lances de
amor y fortuna, hay más poesía, más chiste, más amenidad ó más
sublimidad, que en todo el fárrago de sus canciones, glosas y
villancicos.
Resulta de esto que (y sigo hablando con franqueza) apenas hay criatura
humana, á no ser muy sabia, que aguante de seguida seis páginas de
lectura de los versos publicados hasta ahora en la _Antología_ del Sr.
Menéndez, cuyos prólogos en cambio son encantadores y se leen con mayor
interés y deleite que la más ingeniosa y apasionada novela. Por dicha,
los prólogos son extensísimos, y son tan pocos los versos, que casi no
parecen sino un pretexto para escribir los prólogos. Los retratos y
biografías de Antón de Montoro, de los Manriques, de Alvarez Gato, de
Pedro Guillén de Segovia, de Sánchez de Badajoz, de Diego de San Pedro y
de otros trovadores, están hechos de mano maestra, y aún es más hermosa
y tiene mayores atractivos la brillante pintura que hace el Sr. Menéndez
de la renovación social, del desenvolvimiento político, de la
organización y pujanza, de los bríos que casi de repente se muestran en
Aragón y en Castilla unidos, y del salto milagroso, porque, á mi ver es
inexplicable, con que una nación, presa de las discordias civiles, rota
y desbaratada, y al parecer, pobre y débil, se alza de súbito á ser la
envidia y la admiración de los demás pueblos de Europa, amenazándolos
con su hegemonía y haciendo que el sueño de una monarquía universal, en
no remoto porvenir, no fuese completo delirio.
¿Cuál fué la causa de tamaña transformación y de tan improvisado
crecimiento? No puede ser más lastimoso el cuadro que los doctores
Villalobos y Francisco Ortiz, que Hernando del Pulgar y que otros
escritores de aquella época hacen de la situación de Castilla. Era un
caos horrible, de donde la sacaron á ser una gran nación la fuerte mano
de la Reina Católica y el genio militar y político de su marido. El
remedio que emplearon para curar el mal y trocarle en robustez sana y
fecunda no fué menos horrible. En nuestra edad más piadosa y humana,
apenas se concibe rigor tan cruel, y aún se pone en duda que fuese
indispensable en aquella edad de hierro. Las fortalezas y castillos se
derrumbaban y arrasaban por docenas; los malhechores, bandidos y tiranos
soberbios, que habían infestado y devastado el país, eran ajusticiados á
miles. Para apaciguar el reino--dice el doctor Villalobos--se hacían
muchas carnicerías de hombres y se cortaban pies y manos y espaldas y
cabezas.
Encarecidísimas son las alabanzas que, ya al rey D. Fernando, ya á la
reina doña Isabel, dan los más egregios escritores y pensadores de su
tiempo. Machiavelli alaba al Rey Católico, príncipe nuevo que, de rey
débil, ha llegado á ser el primer rey de los cristianos, que sujetó y
domó á los barones y magnates, que creó una milicia invencible, que
arrojó de su reino á los _marranos_, ejemplo raro y admirable; y que
asaltó el Africa, hizo la empresa de Italia y venció á Francia, urdiendo
siempre cosas grandes para tener suspensos y admirados á sus súbditos,
sin darles ocasión ni reposo para que se rebelasen.
El conde Baltasar Castiglione es más galante y dedica á la reina todas
sus alabanzas. Según él, ni en su tiempo ni en siglos atrás hubo en el
mundo rey ó príncipe que merezca ser comparado con doña Isabel la
Católica. Su fama se extendía por todas partes, y los que con ella
vivieron y vieron por sus mismos ojos sus maravillas afirman haber esta
fama procedido totalmente de la virtud de ella y de sus grandes hechos.
En sus días ningún bueno se quejó de ser poco remunerado, ni se jactó
ningún malo de no ser demasiadamente castigado; de donde nació tenelle
los pueblos un extremo acatamiento, mezcla de amor y miedo. Y
prosiguiendo en la misma alabanza, casi con las mismas frases, aunque
abreviando, se pone aquí como la alabanza mayor que los mismos grandes,
á quienes la reina despojó y domó, le quedaron aficionados en todo
extremo y la sirvieron rendidos, de suerte que todos los hombres
señalados y famosos que hubo en España fueron como _hechos por ella_, y
de ser hechos por ella se envanecían. Así el Gran Capitán, el cual se
preciaba de esto más que de todas sus victorias y más que de sus
excelentes hazañas, en paz y en guerra, por las cuales quedan por bajo
de él en grandeza de ánimo, en saber y en toda virtud, los príncipes,
héroes y monarcas de aquellos días.
A pesar del valer innegable y extraordinario de los soberanos consortes,
de su energía subida de punto, de las _terríficas y espantables
anatomías_ que hicieron y de las sabias leyes que promulgaron, repito
que no acierto á explicarme la aparición poderosa y preeminente de
España entre las demás naciones, si el germen de su grandeza no hubiera
estado latente, pero vivo y pronto á brotar, en las entrañas del pueblo
todo. Mucho puede hacer un soberano, un hombre de genio, y, si no de
genio de buena intención, al frente de un pueblo y dirigiendo sus
destinos; mas para esto es menester que el pueblo se preste, le ayude y
tenga conciencia de lo que puede y vale. Claro está que ni por el brío,
ni por la virtud militar y política, debe ni remotamente compararse
Carlos III con los Reyes Católicos, pero los iguala, y, prescindiendo
del adelanto moral que han traído los siglos, les lleva no corta ventaja
en buena intención, en dulce amor á los súbditos y en benigna blandura,
á pesar de la tiránica expulsión de los jesuítas, y, sin embargo, todo
lo que hizo Carlos III tuvo algo de inconsistente y de efímero,
volviendo á caer España en su anterior abatimiento, del cual, salvo el
glorioso paréntesis de la Guerra de la Independencia, no se ha levantado
todavía.
Infiero yo de todo lo dicho y de lo que callo, porque no cabe en un
artículo breve, que la historia es tan divertida como poco docente ó
dígase que enseña poco. Enseña cómo fueron las cosas, pero no por qué
fueron. Después de leer mucha historia y de divertirme leyéndola me
inclino yo á decir como los historiadores mahometanos: «Alabado sea el
poderoso Alá que da el poderío á quien quiere y á quien quiere se le
quita.» Esta es la manera, no sólo más piadosa, sino más cómoda y fácil
de explicárselo todo. De otra manera nada se explica. ¿En qué consiste
que estuviese España tan alta en tiempo de los Reyes Católicos y que
esté tan baja ahora? ¿Valen menos los hombres del día? No lo sé; pero me
inclino á creer que no. A nuestros hombres del tiempo de los Reyes
Católicos y de sus sucesores inmediatos, lord Macaulay los ensalza hasta
el punto de convertirlos en semidioses; Grecia y Roma no tuvieron
varones más insignes. En cambio, nuestros hombres del día acaso inspiran
desdén y lástima, no sólo á los lores, sino á los yankees. ¿No dependerá
esto, más que del mérito diferente de unos y de otros, de los caprichos
de la ciega fortuna? ¿Son más tontos ó menos valerosos los españoles del
siglo XIX que los de los siglos XV y XVI? ¿Está la inferioridad en la
poca fe religiosa del día? Conjeturo que no, al leer todas las
irrespetuosas blasfemias de que se valían entonces para elogiar á las
damas á quienes servían, ó para adular á los poderosos. Antón de
Montoro, por ejemplo, dice á la reina Católica:
Alta reina soberana,
Si antes nasciérades vos
Que la hija de Santa Ana,
En vos el hijo de Dios
Recibiera carne humana.
Ni menos consiste nuestra inferioridad de ahora en que seamos menos
codiciosos, menos envidiosos y menos viciosos que nuestros padres. Los
documentos de los siglos XV y XVI dan testimonio fehaciente de lo
contrario. El desenfreno de las costumbres y la falta de pudor habían
llegado á su colmo. Díganlo la _C... comedia_, _El pleito del manto_ y
las obscenísimas comedias _Serafina y Tebaida_, todo lo cual circulaba
libremente, sin que los padres de familia se escandalizasen y sin que la
Inquisición hiciese alto en ello.
Dice Tomás Campanella, en su libro _De monarchia hispanica_, que en los
siglos bárbaros prevalecieron los pueblos rudos del Norte y tuvieron el
imperio; pero que cuando llegaron á valer más la astucia y la maña que
la fuerza, inventadas la imprenta y la artillería, _rerum summa rediit
ad hispanos_, por ser hombres más listos, ingeniosos y astutos.
Aceptando esta explicación, he cavilado yo á veces, para explicarme
nuestra decadencia, que tal vez la industria y los esfuerzos del trabajo
manual han vuelto á colocar algo á modo de fuerza material aunque
refinada sobre el más alto valer de las espirituales energías. Acaso
provenga de este para nosotros lisonjero supuesto, que Espada haya
decaído tanto. Si así fuese, podríamos añadir una parte y una excelencia
más al famoso libro del Padre Peñalosa, titulado _Cinco excelencias del
español que destruyen á España_. No quiero, pues, en serio, atribuir á
tal causa nuestra pasada excelsitud y nuestro hundimiento presente. Y
tampoco quiero atribuirlo á lo que ahora llamaríamos medidas de
gobierno, ya que las más celebradas y admiradas en lo antiguo, por los
que entonces escribieron, nos repugnan hoy y á menudo nos parecen
feroces y vitandas atrocidades. Ni lo atribuyo, por último, á material
flaqueza ó falta de recursos, ya que, aun atendido el universal progreso
de población, bienestar y productos de toda clase, no es tan pobre ni
tan flaca la nación que, sin exhalar casi una queja, envía 150.000
soldados á Cuba y piensa en enviar otros 50.000 dentro de poco.
Vaya usted á ver, pues, en qué consiste nuestra decadencia. Averígüelo
Vargas. ¿Por qué pudo celebrar el antiguo poeta y hoy no puede celebrar
el moderno
A aquellos capitanes,
en la sublime rueda colocados
por quien los alemanes,
el fiero cuello atados,
y los franceses van domesticados?
Hoy no acertamos á atar el fiero cuello á Máximo Gómez ni á domesticar
al mulato cimarrón Maceo. ¿En qué estriba la diferencia? Lo ignoro. Pero
de la ignorancia misma nace una esperanza consoladora. Hay en todo algo
de misterioso que induce á no tener por absurdos los cambios más
radicales. Los españoles son los mismos de siempre. Dios lo puede todo.
Sus designios son inexcrutables. Y ya que nada de transcendental
saquemos en claro del último libro del Sr. Menéndez, sino unas cuantas
horas agradabilísimas leyéndole, pongamos nuestra confianza en Dios, y
en la justicia, y en el valer de España, y exclamemos para terminar:
_Causa jubet melior superos sperare secundos._
[Illustration]


MÉRITO Y FORTUNA

Hace pocos días recibí carta de mi excelente amigo el doctor D. Juan
Fastenrath. Entre otras cosas me dice que en Alemania van á celebrar el
centenario de D. Manuel Bretón de los Herreros y que el gran duque de
Sajonia Weimar hará que en el teatro de su corte se represente una
comedia, tal vez _Muérete... y verás_, de aquel fecundo y ameno poeta,
el 19 de Diciembre próximo, al cumplirse el siglo de su nacimiento.
Lleno de patriótica satisfacción ví yo esta prueba del alto aprecio con
que en algunos países de Europa miran á los ingenios españoles
contemporáneos.
Aguó, no obstante, y hasta acibaró mi contento, la injusta severidad con
que un autor inglés de mucha fama, que por acaso estaba yo entonces
leyendo, juzga y condena á la España del día. En su estudio sobre Santa
Teresa dice el Sr. Froude: «Las revoluciones siguen á las revoluciones
en la Península Ibérica, hunden al pueblo en la miseria y esterilizan
el suelo; pero en estos últimos tiempos, no han producido un solo
personaje como aquéllos cuyos nombres forman parte de la historia
europea. Sólo han producido aventureros militares y oradores de
_elocuencia transcendente_; pero ningún Cid, ningún Gran Capitán, ningún
Alba, ningún Cortés, ningún Pizarro. El progresista de nuestra edad
necesita subir mucho si ha de elevarse al nivel antiguo.»
La verdad es que acerca de la España actual hay en el mundo muy
desfavorables opiniones. Todavía somos estimados y ensalzados por
nuestros artistas. Nuestros poetas líricos, tan buenos, en lo que va de
siglo, como los de cualquiera otro país, son desconocidos en los países
extranjeros. Algunas de nuestras novelas, aunque pocas, han sido
traducidas en varias lenguas. Y algo de nuestro teatro moderno ha sido
traducido y aplaudido también, sobre todo en Alemania y en Inglaterra.
Acaso á _El drama nuevo_, de Tamayo, sea á lo que debemos el mayor
triunfo. Ha pasado el Atlántico, y puesto en inglés, ha embelesado al
público de los Estados Unidos.
En mi sentir, no obstante, el movimiento presente del ingenio español se
estima fuera de España en muchísimo menos de lo que vale. Sin duda
consiste esto en que Francia, que para todos los pueblos civilizados
hace el papel de divulgadora y que además se interpone entre nosotros y
los demás pueblos, dista mucho de sernos favorable. Y no lo es porque en
Francia nos quieran mal ni porque falten en Francia personas eruditas
que conozcan tan bien ó mejor que nosotros nuestra historia, nuestra
lengua y nuestra cultura, sino porque la generalidad de los franceses
está tan engreída, y no sin razón, si cabe razón en el engreimiento, que
casi no puede concebir que, desde los principios del siglo XVIII hasta
ahora, se haya hecho en España más que remedarlos ó permanecer en la
barbarie ó corrupción mental en que habíamos ó se supone que habíamos
caído.
En este error nos cabe gran parte de culpa. Nosotros mismos nos hemos
empeñado en probar que murió el antiguo pensamiento español castizo, y
que desde Luzán en adelante Francia nos ha inspirado y nos ha pulido.
Nada más falso si discurrimos sobre ello con tino y reposo. El
escepticismo del siglo pasado: su pobre filosofía sin metafísica; sus
ideas y sentimientos, nobles aunque maleados por excesiva declamación,
sobre filantropía, igualdad, libertad y progreso, todo esto fué el
espíritu de una época en la historia de Europa, ó si se quiere, de todo
el género humano; pero en Francia resonó con mayor estruendo y
hermosura, primero en sus escritores, y en su revolución más tarde.
¿Cómo había de sustraerse España al influjo de lo que aquellos
escritores dijeron y de lo que la revolución hizo? Hasta podía
considerarlo como el eco de su propio pensar y sentir, escrito primero,
y luego actuado. Aun así, yo entiendo que el influjo de Francia fué
menor en España que en las demás naciones. Y en lo tocante á las reglas
del arte, á la forma, á lo meramente literario, apenas merece tenerse en
cuenta. Así como Parini, Alfieri, Monti, Fóscolo y Pindemonte nada deben
á la imitación francesa, los poetas de las escuelas de Sevilla y
Salamanca, ambos Moratines en lo lírico y épico, Quintana, Gallego y el
duque de Frías nada le deben tampoco. Hasta en la poesía dramática, aun
cuando queríamos sujetarnos á las reglas venidas de Francia, éramos
originales, castizos y, permítaseme la expresión, de pura sangre
española. Tan original, tan inspirado y tan propio de su nación y de su
época, es D. Ramón de la Cruz como Lope ó como Tirso.
Froude puede decir lo que se le antoje, pero, en literatura al menos, no
veo yo por qué los nombres del mencionado sainetero, los de los grandes
poetas líricos que hemos citado, y los de bastantes otros más recientes
que pudiéramos citar, han de excluirse de la historia de Europa y no han
de poder figurar al lado de los nombres de Byron, Moore, Shelley y
Burns.
A menudo cavilo y hago examen de conciencia para ver si me ciega ó no el
amor propio nacional y siempre resulta de mi examen que dicho amor
propio no me ciega. La mayor parte de los españoles, y yo con ellos,
pecamos en el día por todo lo contrario. Cada cual propende á figurarse,
poniéndose él á un lado como excepción rara y punto menos que única, que
por acá, intelectual y moralmente, todo está muy rebajado. La
maledicencia, la más acerba censura, y la sátira más cruel se
manifiestan en nuestras conversaciones y escritos y son lo que más
agrada y se aplaude.
Como yo soy y quiero seguir siendo optimista, contra viento y marea, ni
siquiera censuro esta furia de descontento y de censura. Afirman los que
han navegado mucho que nunca, en medio de las más espantosas
tempestades, perdían la esperanza de salvación mientras oían á la gente
de á bordo lanzar votos y reniegos, blasfemias y maldiciones; y que sólo
empezaban á perder la esperanza cuando veían á la gente de á bordo,
resignada y contrita, rezar y no jurar y decirse ternuras en vez de
improperios.
Por este lado, pues, y como prueba de que queremos luchar contra la
borrasca y vencerla, estoy por decir que me parece bien y útil que nos
denostemos y nos humillemos unos á otros hasta no poder más; pero hoy
quiero yo discurrir serenamente, como si no hubiera tempestad, sino
calma, sin resignación y sin furia, y ver si puedo fundar en algo un
razonable _sursum corda_.
Válganme para ello así lo que he aprendido por la lectura como lo que he
visto en los muchos años que he peregrinado y vivido en extraños países.
No es mi intento ofender á nadie, pero he de hablar con entera
franqueza. La ironía con que elogia Froude la elocuencia transcendente
de nuestros oradores es injusta á todas luces. De sobra hay en
cualquiera otro país oradores tan huecos, tan palabreros, tan difusos y
tan ampulosos como los que en España puedan ser más tildados de tener
dichos defectos. Lo que no hay de sobra en parte alguna es la facilidad,
el primor, la elegancia y el arrebato poderoso de no pocos de nuestros
oradores. Y en cuanto á la capacidad política que da muestra de sí en la
acción y no en la palabra, creo que debemos hacer un distingo.
Claro está, y cómo negarlo, que España está pobre; que materialmente se
halla más atrasada que Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania,
los Estados Unidos, y tal vez algunos otros países; que es menos
poderosa que Rusia; que ha perdido inmensos territorios en el Nuevo
Mundo; que ha sido trabajada desde hace casi cien años por incesantes
discordias civiles, y que en los momentos solemnes en que vivimos ahora
se halla abrumada de grandes calamidades y amenazada de otras acaso
mayores. ¿Pero la causa de esto, digámoslo sin rodeos ni disimulos, es
que los españoles del día son más inhábiles, menos enérgicos, menos
probos y menos entusiastas que los de otras edades para nosotros más
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 17
  • Parts
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 01
    Total number of words is 4835
    Total number of unique words is 1716
    32.6 of words are in the 2000 most common words
    45.0 of words are in the 5000 most common words
    52.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 02
    Total number of words is 4871
    Total number of unique words is 1845
    29.3 of words are in the 2000 most common words
    42.1 of words are in the 5000 most common words
    49.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 03
    Total number of words is 4785
    Total number of unique words is 1649
    32.4 of words are in the 2000 most common words
    45.1 of words are in the 5000 most common words
    51.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 04
    Total number of words is 4887
    Total number of unique words is 1657
    34.8 of words are in the 2000 most common words
    49.1 of words are in the 5000 most common words
    54.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 05
    Total number of words is 4768
    Total number of unique words is 1679
    29.9 of words are in the 2000 most common words
    42.0 of words are in the 5000 most common words
    49.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 06
    Total number of words is 4788
    Total number of unique words is 1629
    30.9 of words are in the 2000 most common words
    44.4 of words are in the 5000 most common words
    50.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 07
    Total number of words is 4841
    Total number of unique words is 1604
    33.2 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    51.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 08
    Total number of words is 4778
    Total number of unique words is 1584
    31.6 of words are in the 2000 most common words
    45.1 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 09
    Total number of words is 4798
    Total number of unique words is 1679
    30.3 of words are in the 2000 most common words
    43.6 of words are in the 5000 most common words
    52.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 10
    Total number of words is 4789
    Total number of unique words is 1628
    30.5 of words are in the 2000 most common words
    43.9 of words are in the 5000 most common words
    50.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 11
    Total number of words is 4844
    Total number of unique words is 1609
    32.1 of words are in the 2000 most common words
    44.9 of words are in the 5000 most common words
    52.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 12
    Total number of words is 4787
    Total number of unique words is 1618
    32.8 of words are in the 2000 most common words
    46.6 of words are in the 5000 most common words
    53.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 13
    Total number of words is 4928
    Total number of unique words is 1663
    33.0 of words are in the 2000 most common words
    47.1 of words are in the 5000 most common words
    55.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 14
    Total number of words is 4906
    Total number of unique words is 1693
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    47.6 of words are in the 5000 most common words
    53.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 15
    Total number of words is 4822
    Total number of unique words is 1681
    32.2 of words are in the 2000 most common words
    45.9 of words are in the 5000 most common words
    52.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 16
    Total number of words is 4834
    Total number of unique words is 1690
    33.0 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    53.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 17
    Total number of words is 4865
    Total number of unique words is 1652
    33.7 of words are in the 2000 most common words
    46.2 of words are in the 5000 most common words
    53.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • A vuela pluma: colección de artículos literarios y políticos - 18
    Total number of words is 954
    Total number of unique words is 426
    43.8 of words are in the 2000 most common words
    54.9 of words are in the 5000 most common words
    59.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.