Ataramiñe'07 Euskal Errepresaliatu Politikoen Literatura Koadernoak - 06
¿Acaso no era mi tata una mujer de carne y hueso, con sus apetencias y
sus debilidades carnales?
Llegó y encendió su cirio antes de besar la cabeza del hombre negro
que el Demonio escondía bajo la cola. Un paréntesis. La propia Graciana
me contó lo del ritual del beso en el rostro del hombre negro. Ella me
lo contó y no tengo porque dudar de su palabra aunque de todos es
sabido que los brujos mentimos y engañamos todo lo que podemos.
Convengamos, pues, que mi tata me dijo la verdad. Si es así el paso del
tiempo también ha cambiado los usos y costumbres de los brujos porque yo nunca he besado el rostro de un hombre negro en mis encuentros con el Diablo. Para mi desgracia lo que los brujos del siglo veintiuno besamos al llegar al akelarre es el trasero inmundo de nuestro dueño
y señor y créanme si les digo que no es plato de buen gusto.
-Te has demorado -le recriminó el Diablo.
-Porque él se demoró...
Esa fue la desafiante respuesta de mi tata antes de que la desnudaran
entre varios brujos viejos y la azotaran con un manojo de árgomas con
pinchos.
86
Esa noche Graciana se llevó a casa unos buenos morados pero también
el permiso de su señor para casarse con el joven Miguel de Goybum, el
hombre que durante casi sesenta años no supo o no quiso saber que su
mujer viajaba por encima de las zarzas montada en un palo de escoba,
bautizaba ratas, sapos y demás sabandijas, esparcía sus ponzoñas por los
frutales y sobre las cosechas y colgaba pantalones de los cuernos de un
buey flaco para estimular su virilidad.
La boda se celebró en la ermita de Santa Cruz, junto a la borda de
Urristilde, un dieciséis de Abril de 1549.
Se preguntarán los lectores cómo es que utilizo con tanta ligereza el
calendario cristiano y palabras tales como cruz, dios, San Juan, etcétera,
siendo como soy un brujo; cómo es que no me retuerzo en espasmos
y suelto baba verde por la boca al pronunciar palabras que a mis ilustres
antepasados hacían desaparecer. Digamos que en este aspecto también
el paso del tiempo ha hecho evolucionar nuestras costumbres. Nos
hemos vuelto más... ¿cómo decirlo? más pragmáticos y a nadie se le escapa que si pretendo compartir con ustedes mi historia debo dejar de
lado ciertas prevenciones que no harían más que entorpecer el relato.
La boda. Si, han leído bien: Graciana de Barrenechea se casó con Miguel
de Goybum en una iglesia, la ermita de Santa Cruz, con el párroco de
Urdax como oficiante y sus vecinos como testigos. Si un herrero de
Ituren se hubiera colado aquel dieciséis de Abril en la ermita y hubiera
visto a Graciana vestida con su vestido colorado de paño y su miriñaque, atendiendo a las prédicas del cura y jurando amor eterno sobre los
santos evangelios no hubiera creído a quien le dijera que aquella muchacha era la bruja mas poderosa de la comarca. ¿Cómo permitió el Diablo
tal desvarío? ¿Qué paso para que su discípula favorita contraviniera todas
las normas y se uniera en santo matrimonio ante dios? Todo tiene su
explicación y también la tuvo la boda de mi tata.
Como he dicho Graciana pidió permiso en el akelarre de la noche de
San Juan para desposarse con el joven Miguel de Goybum y el demonio
se lo dio. No quedaba pues otra que ceremoniar el compromiso ante
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Iñaki Gonzalo Casal
“El Prado del Cabrón
Así es que cuando la vio sentada sobre un madero junto a una fogata
en la noche de San Juan respiró profundo, se ajustó la faja y carraspeó
antes de pedirle un baile. Te demoraste mucho, le espetó mi tata.Y desapareció. Entre las sombras.
Esa misma noche tenía una cita con el Diablo en el akelarre que todos
los veintitrés de Junio celebraban las brujas y brujos en la campa de
Txabaltxo, en un cruce de caminos de Ataun. Se alejó de la verbena y
en cuanto vio la figura del cordero en la nube se untó la cara y los hombros con el brebaje de sapo que guardaba en una gamella de madera y
partió volando hacia Txabaltxo. Estaba nerviosa y excitada. ¿Excitada?
¿Estaba excitada mi tata tras el encuentro con Migueltxo? ¿Y por qué no?
¿Acaso no era mi tata una mujer de carne y hueso, con sus apetencias y
sus debilidades carnales?
Llegó y encendió su cirio antes de besar la cabeza del hombre negro
que el Demonio escondía bajo la cola. Un paréntesis. La propia Graciana
me contó lo del ritual del beso en el rostro del hombre negro. Ella me
lo contó y no tengo porque dudar de su palabra aunque de todos es
sabido que los brujos mentimos y engañamos todo lo que podemos.
Convengamos, pues, que mi tata me dijo la verdad. Si es así el paso del
tiempo también ha cambiado los usos y costumbres de los brujos porque yo nunca he besado el rostro de un hombre negro en mis encuentros con el Diablo. Para mi desgracia lo que los brujos del siglo veintiuno besamos al llegar al akelarre es el trasero inmundo de nuestro dueño
y señor y créanme si les digo que no es plato de buen gusto.
-Te has demorado -le recriminó el Diablo.
-Porque él se demoró...
Esa fue la desafiante respuesta de mi tata antes de que la desnudaran
entre varios brujos viejos y la azotaran con un manojo de árgomas con
pinchos.
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Esa noche Graciana se llevó a casa unos buenos morados pero también
el permiso de su señor para casarse con el joven Miguel de Goybum, el
hombre que durante casi sesenta años no supo o no quiso saber que su
mujer viajaba por encima de las zarzas montada en un palo de escoba,
bautizaba ratas, sapos y demás sabandijas, esparcía sus ponzoñas por los
frutales y sobre las cosechas y colgaba pantalones de los cuernos de un
buey flaco para estimular su virilidad.
La boda se celebró en la ermita de Santa Cruz, junto a la borda de
Urristilde, un dieciséis de Abril de 1549.
Se preguntarán los lectores cómo es que utilizo con tanta ligereza el
calendario cristiano y palabras tales como cruz, dios, San Juan, etcétera,
siendo como soy un brujo; cómo es que no me retuerzo en espasmos
y suelto baba verde por la boca al pronunciar palabras que a mis ilustres
antepasados hacían desaparecer. Digamos que en este aspecto también
el paso del tiempo ha hecho evolucionar nuestras costumbres. Nos
hemos vuelto más... ¿cómo decirlo? más pragmáticos y a nadie se le escapa que si pretendo compartir con ustedes mi historia debo dejar de
lado ciertas prevenciones que no harían más que entorpecer el relato.
La boda. Si, han leído bien: Graciana de Barrenechea se casó con Miguel
de Goybum en una iglesia, la ermita de Santa Cruz, con el párroco de
Urdax como oficiante y sus vecinos como testigos. Si un herrero de
Ituren se hubiera colado aquel dieciséis de Abril en la ermita y hubiera
visto a Graciana vestida con su vestido colorado de paño y su miriñaque, atendiendo a las prédicas del cura y jurando amor eterno sobre los
santos evangelios no hubiera creído a quien le dijera que aquella muchacha era la bruja mas poderosa de la comarca. ¿Cómo permitió el Diablo
tal desvarío? ¿Qué paso para que su discípula favorita contraviniera todas
las normas y se uniera en santo matrimonio ante dios? Todo tiene su
explicación y también la tuvo la boda de mi tata.
Como he dicho Graciana pidió permiso en el akelarre de la noche de
San Juan para desposarse con el joven Miguel de Goybum y el demonio
se lo dio. No quedaba pues otra que ceremoniar el compromiso ante
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Iñaki Gonzalo Casal
“El Prado del Cabrón
los ciudadanos de Urdax y Zugarramurdi, los pueblos de los contrayentes. Los padres de Migueltxo no hubieran aceptado otra boda distinta a
la que se celebró en la ermita de Santa Cruz, ni los de Graciana, y además no olviden que el novio no sabía de la condición de bruja de su
futura esposa. Tiempo habría para que mi tata se entregara a su Señor
en el altar del infierno y después de a su Señor a todos los brujos que
desearan holgarse con ella.
El cura de Urdax era un hombre bonachón, muy mayor ya, que había
bautizado a Miguel y a todos sus hermanos. El día de la boda se presentó
en la ermita de Santa Cruz pasadas las ocho de la mañana para preparar el altar y decorar las bancadas con ramilletes de flores blancas.
Mientras tanto, en la cercana borda de Urristilde, Graciana se ajustaba
su morrión rojo sin cresta al tiempo que ofrecía su desafió al dios de las
tinieblas.
Un manto de niebla cubría el valle y ese día nadie oyó cantar al gallo con
las primeras luces del alba. Mi tata amaba a Migueltxo, deseaba su cuerpo y anhelaba fundirse en sus brazos. Por las noches, cuando en el caserío familiar se instalaba un profundo silencio, Graciana bajaba al portalón
de la entrada y jugaba a imaginarse que Miguel atravesaba el camino y
la besaba. Incluso sentía sus caricias, el contacto de esas manos grandes
y poderosas, la presión de su miembro viril sobre su sexo, el calor de su
aliento que abrasaba su piel desnuda. Era tan extraordinario su deseo
que, al regresar a su habitación y acurrucarse entre las sábanas de lienzo, se mostraba exhausta. A veces se escondía tras uno de los pajares
del prado donde Migueltxo cardaba los fajos de trigo para espiar sus
movimientos. Ningún otro hombre le parecía tan atractivo como él, ni
tan fuerte, ni tan valiente.
La mañana de su boda Graciana hubiese querido que las horas se convirtieran en segundos y la ceremonia en un suspiro y los invitados se volvieran invisibles. Sólo deseaba que su prometido le quitara todos los
sayos, enaguas y miriñaques y le hiciera el amor sobre el terrado de la
borda. Pero la jornada no había hecho más que empezar y todavía tenía
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que pronunciar las palabras deprecatorias, espiar al cura y aprovechar un
descuido para verter en la pila bautismal la orina del Diablo que llevaba
en la misma gamella donde solía guardar sus ponzoñas.
Las bodas marcaban en aquellos tiempos el contrapunto a una vida
esforzada y repleta de sinsabores. Los moradores de los caseríos de la
zona guardaban por un día los trajes de faena y se preparaban para disfrutar de la compañía de los convecinos a los que sólo veían con ocasión de las ferias y las fiestas patronales. Era costumbre que los invitados
llevaran algún manjar previamente convenido con los padres de los
novios, queso, frutas, morcillas, pasteles de manzana o de grano de girasol triturado...
Minutos antes de la ceremonia las primas de Graciana ya habían acabado de preparar las mesas en el prado que bordeaba la borda de
Urristilde: tres hileras de mesas colocadas a un par de varas de la puerta y seis bancadas de madera. Junto a la ermita y en una campa salpicada de peñascos y nogales enanos, habían dispuesto otra mesa con botellas alineadas por su tamaño y un pequeño promontorio hecho con listones de madera donde aguardaban las flautas y los tambores que amenizarían la verbena hasta el amanecer.
Habíamos dejado a la novia espiando al cura e intentando acceder a la
pila bautismal de la ermita. Así era la tata, una mujer extraordinaria, una
experta en hacer lo-que-se-supone-que-no-se-debe-hacer en el día más
feliz de su vida. ¿Y el Diablo? ¿Qué estaría haciendo el Diablo mientras
su reina se preparaba para entregarse a otro hombre? De todos es sabido que el Demonio puede estar en millones de lugares al mismo tiempo y que es capaz de aparearse simultáneamente con millones de brujas y neófitos y que para todos tiene una porción de su semen frío. Su
capacidad para hacer maldades no tiene límite pero también es de justicia decir que aquel dieciséis de Abril mi señor estaba triste. Amaba a
Graciana a su manera y no podía soportar la idea de verle en brazos de
otro hombre. Pensó en impedir la boda, agitar una tempestad que arruinara la comida o enviar un rayo que pulverizara el campanario de la
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Iñaki Gonzalo Casal
“El Prado del Cabrón
los ciudadanos de Urdax y Zugarramurdi, los pueblos de los contrayentes. Los padres de Migueltxo no hubieran aceptado otra boda distinta a
la que se celebró en la ermita de Santa Cruz, ni los de Graciana, y además no olviden que el novio no sabía de la condición de bruja de su
futura esposa. Tiempo habría para que mi tata se entregara a su Señor
en el altar del infierno y después de a su Señor a todos los brujos que
desearan holgarse con ella.
El cura de Urdax era un hombre bonachón, muy mayor ya, que había
bautizado a Miguel y a todos sus hermanos. El día de la boda se presentó
en la ermita de Santa Cruz pasadas las ocho de la mañana para preparar el altar y decorar las bancadas con ramilletes de flores blancas.
Mientras tanto, en la cercana borda de Urristilde, Graciana se ajustaba
su morrión rojo sin cresta al tiempo que ofrecía su desafió al dios de las
tinieblas.
Un manto de niebla cubría el valle y ese día nadie oyó cantar al gallo con
las primeras luces del alba. Mi tata amaba a Migueltxo, deseaba su cuerpo y anhelaba fundirse en sus brazos. Por las noches, cuando en el caserío familiar se instalaba un profundo silencio, Graciana bajaba al portalón
de la entrada y jugaba a imaginarse que Miguel atravesaba el camino y
la besaba. Incluso sentía sus caricias, el contacto de esas manos grandes
y poderosas, la presión de su miembro viril sobre su sexo, el calor de su
aliento que abrasaba su piel desnuda. Era tan extraordinario su deseo
que, al regresar a su habitación y acurrucarse entre las sábanas de lienzo, se mostraba exhausta. A veces se escondía tras uno de los pajares
del prado donde Migueltxo cardaba los fajos de trigo para espiar sus
movimientos. Ningún otro hombre le parecía tan atractivo como él, ni
tan fuerte, ni tan valiente.
La mañana de su boda Graciana hubiese querido que las horas se convirtieran en segundos y la ceremonia en un suspiro y los invitados se volvieran invisibles. Sólo deseaba que su prometido le quitara todos los
sayos, enaguas y miriñaques y le hiciera el amor sobre el terrado de la
borda. Pero la jornada no había hecho más que empezar y todavía tenía
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que pronunciar las palabras deprecatorias, espiar al cura y aprovechar un
descuido para verter en la pila bautismal la orina del Diablo que llevaba
en la misma gamella donde solía guardar sus ponzoñas.
Las bodas marcaban en aquellos tiempos el contrapunto a una vida
esforzada y repleta de sinsabores. Los moradores de los caseríos de la
zona guardaban por un día los trajes de faena y se preparaban para disfrutar de la compañía de los convecinos a los que sólo veían con ocasión de las ferias y las fiestas patronales. Era costumbre que los invitados
llevaran algún manjar previamente convenido con los padres de los
novios, queso, frutas, morcillas, pasteles de manzana o de grano de girasol triturado...
Minutos antes de la ceremonia las primas de Graciana ya habían acabado de preparar las mesas en el prado que bordeaba la borda de
Urristilde: tres hileras de mesas colocadas a un par de varas de la puerta y seis bancadas de madera. Junto a la ermita y en una campa salpicada de peñascos y nogales enanos, habían dispuesto otra mesa con botellas alineadas por su tamaño y un pequeño promontorio hecho con listones de madera donde aguardaban las flautas y los tambores que amenizarían la verbena hasta el amanecer.
Habíamos dejado a la novia espiando al cura e intentando acceder a la
pila bautismal de la ermita. Así era la tata, una mujer extraordinaria, una
experta en hacer lo-que-se-supone-que-no-se-debe-hacer en el día más
feliz de su vida. ¿Y el Diablo? ¿Qué estaría haciendo el Diablo mientras
su reina se preparaba para entregarse a otro hombre? De todos es sabido que el Demonio puede estar en millones de lugares al mismo tiempo y que es capaz de aparearse simultáneamente con millones de brujas y neófitos y que para todos tiene una porción de su semen frío. Su
capacidad para hacer maldades no tiene límite pero también es de justicia decir que aquel dieciséis de Abril mi señor estaba triste. Amaba a
Graciana a su manera y no podía soportar la idea de verle en brazos de
otro hombre. Pensó en impedir la boda, agitar una tempestad que arruinara la comida o enviar un rayo que pulverizara el campanario de la
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Iñaki Gonzalo Casal
“El Prado del Cabrón
ermita y enterrara a los invitados bajo los cascotes. Pensó en desatar una
lluvia de culebras y lagartijas o mandar a un ejército de sapos vestidos
de tafetán verde que amputaran las piernas de las mozas y arrancara los
ojos a Miguel de Goybum. Pensó. Imaginó. Ideó las maldades más retorcidas. Se retorció en su trono, arrojó su corona negra contra la cabeza
de la bruja desdentada que besaba sus orejas de zorro. Y maldijo el
momento en el que dio permiso a Graciana para casarse con aquel
miserable. Pensó incluso en violentar su palabra y mandar a uno de sus
subalternos para anular la ceremonia porque, no seamos ingenuos, la
palabra del Diablo vale menos que nada, menos que un cuartillo, menos
que una ración de mijo negro. Pero mi Señor amaba a Graciana de la
única manera que Belcebú puede amar a una mortal. Así es que mantuvo la palabra dada y no desató ninguna tempestad ni envió a ningún ejército de sapos ni envenenó la comida. ¿Y Graciana? ¿Cómo se sentía
Graciana en los minutos previos a traicionar a su rey coronado? Pues
según me confesó en uno de nuestros encuentros, estaba nerviosa, excitada, diría yo, como cualquier novia que suspira por entregarse al hombre que ha elegido para compartir su vida. Algunas afirman que sintió un
placer malsano al saber celoso al Diablo pero yo no lo creo.
ambas...hasta que en un momento de la historia aparece mi nombre, con
letras diminutas, al final de la lista.
Yo soy Martín, tengo cuarenta y dos años y presumo de ser el tataranieto de Miguel de Goybum y Graciana de Barrenechea, el último miembro de la estirpe más notable de brujos de akelarrenlezea.Yo, un pobre
diablo.
¿Acabaron de leer el cuento? ¿Sí? ¿Les ha gustado? O quizá... ¿se quedaron con las ganas? Pues ahora levántense y diríjanse al espejo que tengan más a mano... Si en la pupila del ojo derecho observan una diminuta marca con forma de sapo felicítense de su suerte pero no vayan a
contárselo a nadie, ni al marido, ni a sus hijos, ni al vecino, ni a ese amigo
en el que confían ciegamente. Mejor nos vemos el próximo dos de
Febrero, el martes anterior al miércoles de ceniza, en el Prado del
Cabrón.
Pasadas las diez de la mañana y cuando todavía no se había disipado del
todo la niebla que cubría el valle de Sarueta, comenzaron a llegar los invitados, Eneko de Elizamendi y su mujer Marijuana de Maritrecoa, Catalina
de Aranibar del caserío de Txipicoa, Simona de Gavira y sus hijos
Marimartín y Xeru, la comadre de Graciana, Marierchiquerra de
Machinena...y también se presentaron algunas visitantes ilustres de
Berroscoberro, la Solpifera, la Colindres, Maricaca y la Pizorra, María
Andrades, la Chupona, La Paxarrilla, la Limona, Domixto...
Yo
Siempre que me reúno con mi tata en el Prado del Cabrón acaba saliendo el dichoso tema de la boda y de los días que siguieron a la boda y
de cuando vino al mundo Estevanía y María de Yriart y los hijos de
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Iñaki Gonzalo Casal
“El Prado del Cabrón
ermita y enterrara a los invitados bajo los cascotes. Pensó en desatar una
lluvia de culebras y lagartijas o mandar a un ejército de sapos vestidos
de tafetán verde que amputaran las piernas de las mozas y arrancara los
ojos a Miguel de Goybum. Pensó. Imaginó. Ideó las maldades más retorcidas. Se retorció en su trono, arrojó su corona negra contra la cabeza
de la bruja desdentada que besaba sus orejas de zorro. Y maldijo el
momento en el que dio permiso a Graciana para casarse con aquel
miserable. Pensó incluso en violentar su palabra y mandar a uno de sus
subalternos para anular la ceremonia porque, no seamos ingenuos, la
palabra del Diablo vale menos que nada, menos que un cuartillo, menos
que una ración de mijo negro. Pero mi Señor amaba a Graciana de la
única manera que Belcebú puede amar a una mortal. Así es que mantuvo la palabra dada y no desató ninguna tempestad ni envió a ningún ejército de sapos ni envenenó la comida. ¿Y Graciana? ¿Cómo se sentía
Graciana en los minutos previos a traicionar a su rey coronado? Pues
según me confesó en uno de nuestros encuentros, estaba nerviosa, excitada, diría yo, como cualquier novia que suspira por entregarse al hombre que ha elegido para compartir su vida. Algunas afirman que sintió un
placer malsano al saber celoso al Diablo pero yo no lo creo.
ambas...hasta que en un momento de la historia aparece mi nombre, con
letras diminutas, al final de la lista.
Yo soy Martín, tengo cuarenta y dos años y presumo de ser el tataranieto de Miguel de Goybum y Graciana de Barrenechea, el último miembro de la estirpe más notable de brujos de akelarrenlezea.Yo, un pobre
diablo.
¿Acabaron de leer el cuento? ¿Sí? ¿Les ha gustado? O quizá... ¿se quedaron con las ganas? Pues ahora levántense y diríjanse al espejo que tengan más a mano... Si en la pupila del ojo derecho observan una diminuta marca con forma de sapo felicítense de su suerte pero no vayan a
contárselo a nadie, ni al marido, ni a sus hijos, ni al vecino, ni a ese amigo
en el que confían ciegamente. Mejor nos vemos el próximo dos de
Febrero, el martes anterior al miércoles de ceniza, en el Prado del
Cabrón.
Pasadas las diez de la mañana y cuando todavía no se había disipado del
todo la niebla que cubría el valle de Sarueta, comenzaron a llegar los invitados, Eneko de Elizamendi y su mujer Marijuana de Maritrecoa, Catalina
de Aranibar del caserío de Txipicoa, Simona de Gavira y sus hijos
Marimartín y Xeru, la comadre de Graciana, Marierchiquerra de
Machinena...y también se presentaron algunas visitantes ilustres de
Berroscoberro, la Solpifera, la Colindres, Maricaca y la Pizorra, María
Andrades, la Chupona, La Paxarrilla, la Limona, Domixto...
Yo
Siempre que me reúno con mi tata en el Prado del Cabrón acaba saliendo el dichoso tema de la boda y de los días que siguieron a la boda y
de cuando vino al mundo Estevanía y María de Yriart y los hijos de
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Joxe Karlos Apeztegia Jaka
1964
Iruñea
1992 urtean atxilotua.
C. P. Puerto III
Carretera Jerez-Rota Km. 5
11.500 Puerto de Santa María
Cádiz
92
Joxe Karlos Apeztegia Jaka
“Euskara giltzapean legez kanpokoa izan zenekoa” eta beste
Euskara giltzapean legez kanpokoa izan zenekoa
Huelvako euskal preso politikoek telefonoz euskaraz hitz egiteko debekua pairatu zuten, 2003ko azaroaz geroztik 2007ko otsailera arte indarrean egon zena. Tarte luze honetan euskaraz hitz xume bakar bat esatea ere zeharo debekatua zegoen, kartzelariak presoaren ondo-ondoan
jartzen baitziren gazteleraz egiten zela ziurtatzeko, eta presoak euskaraz
hitz egiten bazuen solasaldia bertan behera uzteko agindu zorrotza
zuten.
Euskal presoei ez zitzaizkien behin ere azaldu debeku horren arrazoiak,
baina Auzitegi Nazionalean 2006ko abenduaren 21ean telefonoz hitz
egiteko eskubidea onartzen duen apelazio helegitea irabazi ondoren,
debeku horren “argudio sakon eta mamitsuak” ezagutu ahal izan ziren:
“Euskal presoek gazteleraz badakite, gazteleraz egiteko betebeharra
dute, Huelvako espetxea ez dago Euskal Herrian, Andaluzian baizik,
Huelvan euskara ez da hizkuntza ofiziala eta euskara dakien inortxo ere
ez dago”. Esan bezala, argudioak “guztiz mamitsuak” dira eta “argudio”
hauek erabiliz hiru urte t’erdiz euskara legez kanpoko hizkuntza izan da
Huelvako espetxean.
ra egokitu beharko zutela adierazi zuen, esan nahi baita, bisitaldi arruntetan ere bisitariek agian gazteleraz hitz egin beharko zutela, presoen
komunikazioak kontrolpean daudelako, eta ebazpen horretan zirrikitu
bat zabalik uzten zuen epaile “jaunak” horretarako.
Espetxe zaintzako Epaitegi Nagusian Huelvako espetxeko arduradunek
telefonoz euskaraz hitz egitea debekatzeko emandako argudio “sakon
eta mamitsuak” inolako arazorik gabe onartu zituzten, eta euskal presoek epaitegi berezi honen aurrean beren eskubidea aldarrikatzeko egindako saiakera guztiek ez zuten inolako emaitzarik lortu. Epaileek argi eta
garbi adierazi zuten: “segurtasun arrazoien” izenean Huelvan espetxeraturiko euskal presoek telefonoz gazteleraz hitz egin behar dute.
Euskal preso politikoen eskubideak “hobeki zaintzeko” 2003ko maiatzean sorturiko Espetxe Zaintzako Epaitegi Nagusiko epaileek espetxeko
arduradunek telefonoz euskaraz hitz egitea debekatzeko azalduriko
“argudio sakonak” ontzat jo zituzten (Bermudez ospetsuak, besteak
beste), eta horren ondorioz euskaraz hitz egiteko debekua legezkoa zela
erabaki zuten. Hortaz, hori zela eta, XXI. mendearen hasieran ere euskara legez kanpoko hizkuntza bihurtu zen, beste behin ere, “demokraziaren” izenean debekatu baitzuten.
Bidegabekeria hau hiru urte t’erdiz egunero pairatu ondoren, Auzitegi
Nazionalean Espetxe Zaintzako Epaitegi Nagusiaren erabakiaren aurka
eta euskaraz egiteko eskubidea aldarrikatzeko euskal presoek egindako
apelazio helegitea onartu zuten, eta telefonoz euskaraz hitz egiteko eskubidea onartu zitzaien. Dena den, Huelvako espetxeko arduradunek
hasieran ez zuten euskal presoen aldeko erabaki hau besterik gabe onartu nahi izan, eta horrexegatik, zenbait oztopo jarri nahi izan zituzten, besteak beste, presoek lortutako ebazpenari sinadura falta zitzaiola, edo zigilua falta zitzaiola, eta abar, baina azkenik amore eman behar izan zuten.
Bide luze bat egin ondoren euskaraz hitz egiteko eskubidea onartu zen.
Hiru urte t’erdiz Huelvako euskal preso politikoek ezin izan dute telefonoz euskaraz hitz egin, eta amarekin, aitarekin, anai-arrebekin, emaztearekin eta seme-alabekin gazteleraz hitz egin behar izan dute ezinbestean.
Baina faxistakeria bukatu da, 2003ko azaroan espetxeko arduradunek
abian jarritako faxistakeria garbia bukatu da, inoiz ere gertatu beharko ez
zukeen faxistakeria, baina hau Espainia da.
Espetxe zaintzako Epaitegi Nagusiko epaile batek (Castro “jaunak”, alegia), espetxeko arduradunek emandako “argudioak” ontzat jotzeaz gain,
haratago egin zuen. Espetxean telefonoz euskaraz hitz egiteko baldintzarik ez zegoela esan zuen, “ez baitago presoen komunikazioen gaineko
kontrola modu egokian egiterik”, eta bisitariek ere agian egoera horreta-
Huelvako espetxean orain ez dago arazorik telefonoz euskaraz hitz egiteko, baina zenbait kartzelariren aurpegietan garbi asko nabaritzen da
euskaldunei onartu zaien eskubidea ez dutela inolaz ere gogoko, orain
euskal presoei ezin baitiete oihuka eta zakarki honakoa esan: ”Espainieraz
hitz egin behar duzu, bestela komunikazioa bertan behera utziko dizut”,
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Joxe Karlos Apeztegia Jaka
“Euskara giltzapean legez kanpokoa izan zenekoa” eta beste
Euskara giltzapean legez kanpokoa izan zenekoa
Huelvako euskal preso politikoek telefonoz euskaraz hitz egiteko debekua pairatu zuten, 2003ko azaroaz geroztik 2007ko otsailera arte indarrean egon zena. Tarte luze honetan euskaraz hitz xume bakar bat esatea ere zeharo debekatua zegoen, kartzelariak presoaren ondo-ondoan
jartzen baitziren gazteleraz egiten zela ziurtatzeko, eta presoak euskaraz
hitz egiten bazuen solasaldia bertan behera uzteko agindu zorrotza
zuten.
Euskal presoei ez zitzaizkien behin ere azaldu debeku horren arrazoiak,
baina Auzitegi Nazionalean 2006ko abenduaren 21ean telefonoz hitz
egiteko eskubidea onartzen duen apelazio helegitea irabazi ondoren,
debeku horren “argudio sakon eta mamitsuak” ezagutu ahal izan ziren:
“Euskal presoek gazteleraz badakite, gazteleraz egiteko betebeharra
dute, Huelvako espetxea ez dago Euskal Herrian, Andaluzian baizik,
Huelvan euskara ez da hizkuntza ofiziala eta euskara dakien inortxo ere
ez dago”. Esan bezala, argudioak “guztiz mamitsuak” dira eta “argudio”
hauek erabiliz hiru urte t’erdiz euskara legez kanpoko hizkuntza izan da
Huelvako espetxean.
ra egokitu beharko zutela adierazi zuen, esan nahi baita, bisitaldi arruntetan ere bisitariek agian gazteleraz hitz egin beharko zutela, presoen
komunikazioak kontrolpean daudelako, eta ebazpen horretan zirrikitu
bat zabalik uzten zuen epaile “jaunak” horretarako.
Espetxe zaintzako Epaitegi Nagusian Huelvako espetxeko arduradunek
telefonoz euskaraz hitz egitea debekatzeko emandako argudio “sakon
eta mamitsuak” inolako arazorik gabe onartu zituzten, eta euskal presoek epaitegi berezi honen aurrean beren eskubidea aldarrikatzeko egindako saiakera guztiek ez zuten inolako emaitzarik lortu. Epaileek argi eta
garbi adierazi zuten: “segurtasun arrazoien” izenean Huelvan espetxeraturiko euskal presoek telefonoz gazteleraz hitz egin behar dute.
Euskal preso politikoen eskubideak “hobeki zaintzeko” 2003ko maiatzean sorturiko Espetxe Zaintzako Epaitegi Nagusiko epaileek espetxeko
arduradunek telefonoz euskaraz hitz egitea debekatzeko azalduriko
“argudio sakonak” ontzat jo zituzten (Bermudez ospetsuak, besteak
sus debilidades carnales?
Llegó y encendió su cirio antes de besar la cabeza del hombre negro
que el Demonio escondía bajo la cola. Un paréntesis. La propia Graciana
me contó lo del ritual del beso en el rostro del hombre negro. Ella me
lo contó y no tengo porque dudar de su palabra aunque de todos es
sabido que los brujos mentimos y engañamos todo lo que podemos.
Convengamos, pues, que mi tata me dijo la verdad. Si es así el paso del
tiempo también ha cambiado los usos y costumbres de los brujos porque yo nunca he besado el rostro de un hombre negro en mis encuentros con el Diablo. Para mi desgracia lo que los brujos del siglo veintiuno besamos al llegar al akelarre es el trasero inmundo de nuestro dueño
y señor y créanme si les digo que no es plato de buen gusto.
-Te has demorado -le recriminó el Diablo.
-Porque él se demoró...
Esa fue la desafiante respuesta de mi tata antes de que la desnudaran
entre varios brujos viejos y la azotaran con un manojo de árgomas con
pinchos.
86
Esa noche Graciana se llevó a casa unos buenos morados pero también
el permiso de su señor para casarse con el joven Miguel de Goybum, el
hombre que durante casi sesenta años no supo o no quiso saber que su
mujer viajaba por encima de las zarzas montada en un palo de escoba,
bautizaba ratas, sapos y demás sabandijas, esparcía sus ponzoñas por los
frutales y sobre las cosechas y colgaba pantalones de los cuernos de un
buey flaco para estimular su virilidad.
La boda se celebró en la ermita de Santa Cruz, junto a la borda de
Urristilde, un dieciséis de Abril de 1549.
Se preguntarán los lectores cómo es que utilizo con tanta ligereza el
calendario cristiano y palabras tales como cruz, dios, San Juan, etcétera,
siendo como soy un brujo; cómo es que no me retuerzo en espasmos
y suelto baba verde por la boca al pronunciar palabras que a mis ilustres
antepasados hacían desaparecer. Digamos que en este aspecto también
el paso del tiempo ha hecho evolucionar nuestras costumbres. Nos
hemos vuelto más... ¿cómo decirlo? más pragmáticos y a nadie se le escapa que si pretendo compartir con ustedes mi historia debo dejar de
lado ciertas prevenciones que no harían más que entorpecer el relato.
La boda. Si, han leído bien: Graciana de Barrenechea se casó con Miguel
de Goybum en una iglesia, la ermita de Santa Cruz, con el párroco de
Urdax como oficiante y sus vecinos como testigos. Si un herrero de
Ituren se hubiera colado aquel dieciséis de Abril en la ermita y hubiera
visto a Graciana vestida con su vestido colorado de paño y su miriñaque, atendiendo a las prédicas del cura y jurando amor eterno sobre los
santos evangelios no hubiera creído a quien le dijera que aquella muchacha era la bruja mas poderosa de la comarca. ¿Cómo permitió el Diablo
tal desvarío? ¿Qué paso para que su discípula favorita contraviniera todas
las normas y se uniera en santo matrimonio ante dios? Todo tiene su
explicación y también la tuvo la boda de mi tata.
Como he dicho Graciana pidió permiso en el akelarre de la noche de
San Juan para desposarse con el joven Miguel de Goybum y el demonio
se lo dio. No quedaba pues otra que ceremoniar el compromiso ante
87
Iñaki Gonzalo Casal
“El Prado del Cabrón
Así es que cuando la vio sentada sobre un madero junto a una fogata
en la noche de San Juan respiró profundo, se ajustó la faja y carraspeó
antes de pedirle un baile. Te demoraste mucho, le espetó mi tata.Y desapareció. Entre las sombras.
Esa misma noche tenía una cita con el Diablo en el akelarre que todos
los veintitrés de Junio celebraban las brujas y brujos en la campa de
Txabaltxo, en un cruce de caminos de Ataun. Se alejó de la verbena y
en cuanto vio la figura del cordero en la nube se untó la cara y los hombros con el brebaje de sapo que guardaba en una gamella de madera y
partió volando hacia Txabaltxo. Estaba nerviosa y excitada. ¿Excitada?
¿Estaba excitada mi tata tras el encuentro con Migueltxo? ¿Y por qué no?
¿Acaso no era mi tata una mujer de carne y hueso, con sus apetencias y
sus debilidades carnales?
Llegó y encendió su cirio antes de besar la cabeza del hombre negro
que el Demonio escondía bajo la cola. Un paréntesis. La propia Graciana
me contó lo del ritual del beso en el rostro del hombre negro. Ella me
lo contó y no tengo porque dudar de su palabra aunque de todos es
sabido que los brujos mentimos y engañamos todo lo que podemos.
Convengamos, pues, que mi tata me dijo la verdad. Si es así el paso del
tiempo también ha cambiado los usos y costumbres de los brujos porque yo nunca he besado el rostro de un hombre negro en mis encuentros con el Diablo. Para mi desgracia lo que los brujos del siglo veintiuno besamos al llegar al akelarre es el trasero inmundo de nuestro dueño
y señor y créanme si les digo que no es plato de buen gusto.
-Te has demorado -le recriminó el Diablo.
-Porque él se demoró...
Esa fue la desafiante respuesta de mi tata antes de que la desnudaran
entre varios brujos viejos y la azotaran con un manojo de árgomas con
pinchos.
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Esa noche Graciana se llevó a casa unos buenos morados pero también
el permiso de su señor para casarse con el joven Miguel de Goybum, el
hombre que durante casi sesenta años no supo o no quiso saber que su
mujer viajaba por encima de las zarzas montada en un palo de escoba,
bautizaba ratas, sapos y demás sabandijas, esparcía sus ponzoñas por los
frutales y sobre las cosechas y colgaba pantalones de los cuernos de un
buey flaco para estimular su virilidad.
La boda se celebró en la ermita de Santa Cruz, junto a la borda de
Urristilde, un dieciséis de Abril de 1549.
Se preguntarán los lectores cómo es que utilizo con tanta ligereza el
calendario cristiano y palabras tales como cruz, dios, San Juan, etcétera,
siendo como soy un brujo; cómo es que no me retuerzo en espasmos
y suelto baba verde por la boca al pronunciar palabras que a mis ilustres
antepasados hacían desaparecer. Digamos que en este aspecto también
el paso del tiempo ha hecho evolucionar nuestras costumbres. Nos
hemos vuelto más... ¿cómo decirlo? más pragmáticos y a nadie se le escapa que si pretendo compartir con ustedes mi historia debo dejar de
lado ciertas prevenciones que no harían más que entorpecer el relato.
La boda. Si, han leído bien: Graciana de Barrenechea se casó con Miguel
de Goybum en una iglesia, la ermita de Santa Cruz, con el párroco de
Urdax como oficiante y sus vecinos como testigos. Si un herrero de
Ituren se hubiera colado aquel dieciséis de Abril en la ermita y hubiera
visto a Graciana vestida con su vestido colorado de paño y su miriñaque, atendiendo a las prédicas del cura y jurando amor eterno sobre los
santos evangelios no hubiera creído a quien le dijera que aquella muchacha era la bruja mas poderosa de la comarca. ¿Cómo permitió el Diablo
tal desvarío? ¿Qué paso para que su discípula favorita contraviniera todas
las normas y se uniera en santo matrimonio ante dios? Todo tiene su
explicación y también la tuvo la boda de mi tata.
Como he dicho Graciana pidió permiso en el akelarre de la noche de
San Juan para desposarse con el joven Miguel de Goybum y el demonio
se lo dio. No quedaba pues otra que ceremoniar el compromiso ante
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Iñaki Gonzalo Casal
“El Prado del Cabrón
los ciudadanos de Urdax y Zugarramurdi, los pueblos de los contrayentes. Los padres de Migueltxo no hubieran aceptado otra boda distinta a
la que se celebró en la ermita de Santa Cruz, ni los de Graciana, y además no olviden que el novio no sabía de la condición de bruja de su
futura esposa. Tiempo habría para que mi tata se entregara a su Señor
en el altar del infierno y después de a su Señor a todos los brujos que
desearan holgarse con ella.
El cura de Urdax era un hombre bonachón, muy mayor ya, que había
bautizado a Miguel y a todos sus hermanos. El día de la boda se presentó
en la ermita de Santa Cruz pasadas las ocho de la mañana para preparar el altar y decorar las bancadas con ramilletes de flores blancas.
Mientras tanto, en la cercana borda de Urristilde, Graciana se ajustaba
su morrión rojo sin cresta al tiempo que ofrecía su desafió al dios de las
tinieblas.
Un manto de niebla cubría el valle y ese día nadie oyó cantar al gallo con
las primeras luces del alba. Mi tata amaba a Migueltxo, deseaba su cuerpo y anhelaba fundirse en sus brazos. Por las noches, cuando en el caserío familiar se instalaba un profundo silencio, Graciana bajaba al portalón
de la entrada y jugaba a imaginarse que Miguel atravesaba el camino y
la besaba. Incluso sentía sus caricias, el contacto de esas manos grandes
y poderosas, la presión de su miembro viril sobre su sexo, el calor de su
aliento que abrasaba su piel desnuda. Era tan extraordinario su deseo
que, al regresar a su habitación y acurrucarse entre las sábanas de lienzo, se mostraba exhausta. A veces se escondía tras uno de los pajares
del prado donde Migueltxo cardaba los fajos de trigo para espiar sus
movimientos. Ningún otro hombre le parecía tan atractivo como él, ni
tan fuerte, ni tan valiente.
La mañana de su boda Graciana hubiese querido que las horas se convirtieran en segundos y la ceremonia en un suspiro y los invitados se volvieran invisibles. Sólo deseaba que su prometido le quitara todos los
sayos, enaguas y miriñaques y le hiciera el amor sobre el terrado de la
borda. Pero la jornada no había hecho más que empezar y todavía tenía
88
que pronunciar las palabras deprecatorias, espiar al cura y aprovechar un
descuido para verter en la pila bautismal la orina del Diablo que llevaba
en la misma gamella donde solía guardar sus ponzoñas.
Las bodas marcaban en aquellos tiempos el contrapunto a una vida
esforzada y repleta de sinsabores. Los moradores de los caseríos de la
zona guardaban por un día los trajes de faena y se preparaban para disfrutar de la compañía de los convecinos a los que sólo veían con ocasión de las ferias y las fiestas patronales. Era costumbre que los invitados
llevaran algún manjar previamente convenido con los padres de los
novios, queso, frutas, morcillas, pasteles de manzana o de grano de girasol triturado...
Minutos antes de la ceremonia las primas de Graciana ya habían acabado de preparar las mesas en el prado que bordeaba la borda de
Urristilde: tres hileras de mesas colocadas a un par de varas de la puerta y seis bancadas de madera. Junto a la ermita y en una campa salpicada de peñascos y nogales enanos, habían dispuesto otra mesa con botellas alineadas por su tamaño y un pequeño promontorio hecho con listones de madera donde aguardaban las flautas y los tambores que amenizarían la verbena hasta el amanecer.
Habíamos dejado a la novia espiando al cura e intentando acceder a la
pila bautismal de la ermita. Así era la tata, una mujer extraordinaria, una
experta en hacer lo-que-se-supone-que-no-se-debe-hacer en el día más
feliz de su vida. ¿Y el Diablo? ¿Qué estaría haciendo el Diablo mientras
su reina se preparaba para entregarse a otro hombre? De todos es sabido que el Demonio puede estar en millones de lugares al mismo tiempo y que es capaz de aparearse simultáneamente con millones de brujas y neófitos y que para todos tiene una porción de su semen frío. Su
capacidad para hacer maldades no tiene límite pero también es de justicia decir que aquel dieciséis de Abril mi señor estaba triste. Amaba a
Graciana a su manera y no podía soportar la idea de verle en brazos de
otro hombre. Pensó en impedir la boda, agitar una tempestad que arruinara la comida o enviar un rayo que pulverizara el campanario de la
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Iñaki Gonzalo Casal
“El Prado del Cabrón
los ciudadanos de Urdax y Zugarramurdi, los pueblos de los contrayentes. Los padres de Migueltxo no hubieran aceptado otra boda distinta a
la que se celebró en la ermita de Santa Cruz, ni los de Graciana, y además no olviden que el novio no sabía de la condición de bruja de su
futura esposa. Tiempo habría para que mi tata se entregara a su Señor
en el altar del infierno y después de a su Señor a todos los brujos que
desearan holgarse con ella.
El cura de Urdax era un hombre bonachón, muy mayor ya, que había
bautizado a Miguel y a todos sus hermanos. El día de la boda se presentó
en la ermita de Santa Cruz pasadas las ocho de la mañana para preparar el altar y decorar las bancadas con ramilletes de flores blancas.
Mientras tanto, en la cercana borda de Urristilde, Graciana se ajustaba
su morrión rojo sin cresta al tiempo que ofrecía su desafió al dios de las
tinieblas.
Un manto de niebla cubría el valle y ese día nadie oyó cantar al gallo con
las primeras luces del alba. Mi tata amaba a Migueltxo, deseaba su cuerpo y anhelaba fundirse en sus brazos. Por las noches, cuando en el caserío familiar se instalaba un profundo silencio, Graciana bajaba al portalón
de la entrada y jugaba a imaginarse que Miguel atravesaba el camino y
la besaba. Incluso sentía sus caricias, el contacto de esas manos grandes
y poderosas, la presión de su miembro viril sobre su sexo, el calor de su
aliento que abrasaba su piel desnuda. Era tan extraordinario su deseo
que, al regresar a su habitación y acurrucarse entre las sábanas de lienzo, se mostraba exhausta. A veces se escondía tras uno de los pajares
del prado donde Migueltxo cardaba los fajos de trigo para espiar sus
movimientos. Ningún otro hombre le parecía tan atractivo como él, ni
tan fuerte, ni tan valiente.
La mañana de su boda Graciana hubiese querido que las horas se convirtieran en segundos y la ceremonia en un suspiro y los invitados se volvieran invisibles. Sólo deseaba que su prometido le quitara todos los
sayos, enaguas y miriñaques y le hiciera el amor sobre el terrado de la
borda. Pero la jornada no había hecho más que empezar y todavía tenía
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que pronunciar las palabras deprecatorias, espiar al cura y aprovechar un
descuido para verter en la pila bautismal la orina del Diablo que llevaba
en la misma gamella donde solía guardar sus ponzoñas.
Las bodas marcaban en aquellos tiempos el contrapunto a una vida
esforzada y repleta de sinsabores. Los moradores de los caseríos de la
zona guardaban por un día los trajes de faena y se preparaban para disfrutar de la compañía de los convecinos a los que sólo veían con ocasión de las ferias y las fiestas patronales. Era costumbre que los invitados
llevaran algún manjar previamente convenido con los padres de los
novios, queso, frutas, morcillas, pasteles de manzana o de grano de girasol triturado...
Minutos antes de la ceremonia las primas de Graciana ya habían acabado de preparar las mesas en el prado que bordeaba la borda de
Urristilde: tres hileras de mesas colocadas a un par de varas de la puerta y seis bancadas de madera. Junto a la ermita y en una campa salpicada de peñascos y nogales enanos, habían dispuesto otra mesa con botellas alineadas por su tamaño y un pequeño promontorio hecho con listones de madera donde aguardaban las flautas y los tambores que amenizarían la verbena hasta el amanecer.
Habíamos dejado a la novia espiando al cura e intentando acceder a la
pila bautismal de la ermita. Así era la tata, una mujer extraordinaria, una
experta en hacer lo-que-se-supone-que-no-se-debe-hacer en el día más
feliz de su vida. ¿Y el Diablo? ¿Qué estaría haciendo el Diablo mientras
su reina se preparaba para entregarse a otro hombre? De todos es sabido que el Demonio puede estar en millones de lugares al mismo tiempo y que es capaz de aparearse simultáneamente con millones de brujas y neófitos y que para todos tiene una porción de su semen frío. Su
capacidad para hacer maldades no tiene límite pero también es de justicia decir que aquel dieciséis de Abril mi señor estaba triste. Amaba a
Graciana a su manera y no podía soportar la idea de verle en brazos de
otro hombre. Pensó en impedir la boda, agitar una tempestad que arruinara la comida o enviar un rayo que pulverizara el campanario de la
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Iñaki Gonzalo Casal
“El Prado del Cabrón
ermita y enterrara a los invitados bajo los cascotes. Pensó en desatar una
lluvia de culebras y lagartijas o mandar a un ejército de sapos vestidos
de tafetán verde que amputaran las piernas de las mozas y arrancara los
ojos a Miguel de Goybum. Pensó. Imaginó. Ideó las maldades más retorcidas. Se retorció en su trono, arrojó su corona negra contra la cabeza
de la bruja desdentada que besaba sus orejas de zorro. Y maldijo el
momento en el que dio permiso a Graciana para casarse con aquel
miserable. Pensó incluso en violentar su palabra y mandar a uno de sus
subalternos para anular la ceremonia porque, no seamos ingenuos, la
palabra del Diablo vale menos que nada, menos que un cuartillo, menos
que una ración de mijo negro. Pero mi Señor amaba a Graciana de la
única manera que Belcebú puede amar a una mortal. Así es que mantuvo la palabra dada y no desató ninguna tempestad ni envió a ningún ejército de sapos ni envenenó la comida. ¿Y Graciana? ¿Cómo se sentía
Graciana en los minutos previos a traicionar a su rey coronado? Pues
según me confesó en uno de nuestros encuentros, estaba nerviosa, excitada, diría yo, como cualquier novia que suspira por entregarse al hombre que ha elegido para compartir su vida. Algunas afirman que sintió un
placer malsano al saber celoso al Diablo pero yo no lo creo.
ambas...hasta que en un momento de la historia aparece mi nombre, con
letras diminutas, al final de la lista.
Yo soy Martín, tengo cuarenta y dos años y presumo de ser el tataranieto de Miguel de Goybum y Graciana de Barrenechea, el último miembro de la estirpe más notable de brujos de akelarrenlezea.Yo, un pobre
diablo.
¿Acabaron de leer el cuento? ¿Sí? ¿Les ha gustado? O quizá... ¿se quedaron con las ganas? Pues ahora levántense y diríjanse al espejo que tengan más a mano... Si en la pupila del ojo derecho observan una diminuta marca con forma de sapo felicítense de su suerte pero no vayan a
contárselo a nadie, ni al marido, ni a sus hijos, ni al vecino, ni a ese amigo
en el que confían ciegamente. Mejor nos vemos el próximo dos de
Febrero, el martes anterior al miércoles de ceniza, en el Prado del
Cabrón.
Pasadas las diez de la mañana y cuando todavía no se había disipado del
todo la niebla que cubría el valle de Sarueta, comenzaron a llegar los invitados, Eneko de Elizamendi y su mujer Marijuana de Maritrecoa, Catalina
de Aranibar del caserío de Txipicoa, Simona de Gavira y sus hijos
Marimartín y Xeru, la comadre de Graciana, Marierchiquerra de
Machinena...y también se presentaron algunas visitantes ilustres de
Berroscoberro, la Solpifera, la Colindres, Maricaca y la Pizorra, María
Andrades, la Chupona, La Paxarrilla, la Limona, Domixto...
Yo
Siempre que me reúno con mi tata en el Prado del Cabrón acaba saliendo el dichoso tema de la boda y de los días que siguieron a la boda y
de cuando vino al mundo Estevanía y María de Yriart y los hijos de
90
91
Iñaki Gonzalo Casal
“El Prado del Cabrón
ermita y enterrara a los invitados bajo los cascotes. Pensó en desatar una
lluvia de culebras y lagartijas o mandar a un ejército de sapos vestidos
de tafetán verde que amputaran las piernas de las mozas y arrancara los
ojos a Miguel de Goybum. Pensó. Imaginó. Ideó las maldades más retorcidas. Se retorció en su trono, arrojó su corona negra contra la cabeza
de la bruja desdentada que besaba sus orejas de zorro. Y maldijo el
momento en el que dio permiso a Graciana para casarse con aquel
miserable. Pensó incluso en violentar su palabra y mandar a uno de sus
subalternos para anular la ceremonia porque, no seamos ingenuos, la
palabra del Diablo vale menos que nada, menos que un cuartillo, menos
que una ración de mijo negro. Pero mi Señor amaba a Graciana de la
única manera que Belcebú puede amar a una mortal. Así es que mantuvo la palabra dada y no desató ninguna tempestad ni envió a ningún ejército de sapos ni envenenó la comida. ¿Y Graciana? ¿Cómo se sentía
Graciana en los minutos previos a traicionar a su rey coronado? Pues
según me confesó en uno de nuestros encuentros, estaba nerviosa, excitada, diría yo, como cualquier novia que suspira por entregarse al hombre que ha elegido para compartir su vida. Algunas afirman que sintió un
placer malsano al saber celoso al Diablo pero yo no lo creo.
ambas...hasta que en un momento de la historia aparece mi nombre, con
letras diminutas, al final de la lista.
Yo soy Martín, tengo cuarenta y dos años y presumo de ser el tataranieto de Miguel de Goybum y Graciana de Barrenechea, el último miembro de la estirpe más notable de brujos de akelarrenlezea.Yo, un pobre
diablo.
¿Acabaron de leer el cuento? ¿Sí? ¿Les ha gustado? O quizá... ¿se quedaron con las ganas? Pues ahora levántense y diríjanse al espejo que tengan más a mano... Si en la pupila del ojo derecho observan una diminuta marca con forma de sapo felicítense de su suerte pero no vayan a
contárselo a nadie, ni al marido, ni a sus hijos, ni al vecino, ni a ese amigo
en el que confían ciegamente. Mejor nos vemos el próximo dos de
Febrero, el martes anterior al miércoles de ceniza, en el Prado del
Cabrón.
Pasadas las diez de la mañana y cuando todavía no se había disipado del
todo la niebla que cubría el valle de Sarueta, comenzaron a llegar los invitados, Eneko de Elizamendi y su mujer Marijuana de Maritrecoa, Catalina
de Aranibar del caserío de Txipicoa, Simona de Gavira y sus hijos
Marimartín y Xeru, la comadre de Graciana, Marierchiquerra de
Machinena...y también se presentaron algunas visitantes ilustres de
Berroscoberro, la Solpifera, la Colindres, Maricaca y la Pizorra, María
Andrades, la Chupona, La Paxarrilla, la Limona, Domixto...
Yo
Siempre que me reúno con mi tata en el Prado del Cabrón acaba saliendo el dichoso tema de la boda y de los días que siguieron a la boda y
de cuando vino al mundo Estevanía y María de Yriart y los hijos de
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Joxe Karlos Apeztegia Jaka
1964
Iruñea
1992 urtean atxilotua.
C. P. Puerto III
Carretera Jerez-Rota Km. 5
11.500 Puerto de Santa María
Cádiz
92
Joxe Karlos Apeztegia Jaka
“Euskara giltzapean legez kanpokoa izan zenekoa” eta beste
Euskara giltzapean legez kanpokoa izan zenekoa
Huelvako euskal preso politikoek telefonoz euskaraz hitz egiteko debekua pairatu zuten, 2003ko azaroaz geroztik 2007ko otsailera arte indarrean egon zena. Tarte luze honetan euskaraz hitz xume bakar bat esatea ere zeharo debekatua zegoen, kartzelariak presoaren ondo-ondoan
jartzen baitziren gazteleraz egiten zela ziurtatzeko, eta presoak euskaraz
hitz egiten bazuen solasaldia bertan behera uzteko agindu zorrotza
zuten.
Euskal presoei ez zitzaizkien behin ere azaldu debeku horren arrazoiak,
baina Auzitegi Nazionalean 2006ko abenduaren 21ean telefonoz hitz
egiteko eskubidea onartzen duen apelazio helegitea irabazi ondoren,
debeku horren “argudio sakon eta mamitsuak” ezagutu ahal izan ziren:
“Euskal presoek gazteleraz badakite, gazteleraz egiteko betebeharra
dute, Huelvako espetxea ez dago Euskal Herrian, Andaluzian baizik,
Huelvan euskara ez da hizkuntza ofiziala eta euskara dakien inortxo ere
ez dago”. Esan bezala, argudioak “guztiz mamitsuak” dira eta “argudio”
hauek erabiliz hiru urte t’erdiz euskara legez kanpoko hizkuntza izan da
Huelvako espetxean.
ra egokitu beharko zutela adierazi zuen, esan nahi baita, bisitaldi arruntetan ere bisitariek agian gazteleraz hitz egin beharko zutela, presoen
komunikazioak kontrolpean daudelako, eta ebazpen horretan zirrikitu
bat zabalik uzten zuen epaile “jaunak” horretarako.
Espetxe zaintzako Epaitegi Nagusian Huelvako espetxeko arduradunek
telefonoz euskaraz hitz egitea debekatzeko emandako argudio “sakon
eta mamitsuak” inolako arazorik gabe onartu zituzten, eta euskal presoek epaitegi berezi honen aurrean beren eskubidea aldarrikatzeko egindako saiakera guztiek ez zuten inolako emaitzarik lortu. Epaileek argi eta
garbi adierazi zuten: “segurtasun arrazoien” izenean Huelvan espetxeraturiko euskal presoek telefonoz gazteleraz hitz egin behar dute.
Euskal preso politikoen eskubideak “hobeki zaintzeko” 2003ko maiatzean sorturiko Espetxe Zaintzako Epaitegi Nagusiko epaileek espetxeko
arduradunek telefonoz euskaraz hitz egitea debekatzeko azalduriko
“argudio sakonak” ontzat jo zituzten (Bermudez ospetsuak, besteak
beste), eta horren ondorioz euskaraz hitz egiteko debekua legezkoa zela
erabaki zuten. Hortaz, hori zela eta, XXI. mendearen hasieran ere euskara legez kanpoko hizkuntza bihurtu zen, beste behin ere, “demokraziaren” izenean debekatu baitzuten.
Bidegabekeria hau hiru urte t’erdiz egunero pairatu ondoren, Auzitegi
Nazionalean Espetxe Zaintzako Epaitegi Nagusiaren erabakiaren aurka
eta euskaraz egiteko eskubidea aldarrikatzeko euskal presoek egindako
apelazio helegitea onartu zuten, eta telefonoz euskaraz hitz egiteko eskubidea onartu zitzaien. Dena den, Huelvako espetxeko arduradunek
hasieran ez zuten euskal presoen aldeko erabaki hau besterik gabe onartu nahi izan, eta horrexegatik, zenbait oztopo jarri nahi izan zituzten, besteak beste, presoek lortutako ebazpenari sinadura falta zitzaiola, edo zigilua falta zitzaiola, eta abar, baina azkenik amore eman behar izan zuten.
Bide luze bat egin ondoren euskaraz hitz egiteko eskubidea onartu zen.
Hiru urte t’erdiz Huelvako euskal preso politikoek ezin izan dute telefonoz euskaraz hitz egin, eta amarekin, aitarekin, anai-arrebekin, emaztearekin eta seme-alabekin gazteleraz hitz egin behar izan dute ezinbestean.
Baina faxistakeria bukatu da, 2003ko azaroan espetxeko arduradunek
abian jarritako faxistakeria garbia bukatu da, inoiz ere gertatu beharko ez
zukeen faxistakeria, baina hau Espainia da.
Espetxe zaintzako Epaitegi Nagusiko epaile batek (Castro “jaunak”, alegia), espetxeko arduradunek emandako “argudioak” ontzat jotzeaz gain,
haratago egin zuen. Espetxean telefonoz euskaraz hitz egiteko baldintzarik ez zegoela esan zuen, “ez baitago presoen komunikazioen gaineko
kontrola modu egokian egiterik”, eta bisitariek ere agian egoera horreta-
Huelvako espetxean orain ez dago arazorik telefonoz euskaraz hitz egiteko, baina zenbait kartzelariren aurpegietan garbi asko nabaritzen da
euskaldunei onartu zaien eskubidea ez dutela inolaz ere gogoko, orain
euskal presoei ezin baitiete oihuka eta zakarki honakoa esan: ”Espainieraz
hitz egin behar duzu, bestela komunikazioa bertan behera utziko dizut”,
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Joxe Karlos Apeztegia Jaka
“Euskara giltzapean legez kanpokoa izan zenekoa” eta beste
Euskara giltzapean legez kanpokoa izan zenekoa
Huelvako euskal preso politikoek telefonoz euskaraz hitz egiteko debekua pairatu zuten, 2003ko azaroaz geroztik 2007ko otsailera arte indarrean egon zena. Tarte luze honetan euskaraz hitz xume bakar bat esatea ere zeharo debekatua zegoen, kartzelariak presoaren ondo-ondoan
jartzen baitziren gazteleraz egiten zela ziurtatzeko, eta presoak euskaraz
hitz egiten bazuen solasaldia bertan behera uzteko agindu zorrotza
zuten.
Euskal presoei ez zitzaizkien behin ere azaldu debeku horren arrazoiak,
baina Auzitegi Nazionalean 2006ko abenduaren 21ean telefonoz hitz
egiteko eskubidea onartzen duen apelazio helegitea irabazi ondoren,
debeku horren “argudio sakon eta mamitsuak” ezagutu ahal izan ziren:
“Euskal presoek gazteleraz badakite, gazteleraz egiteko betebeharra
dute, Huelvako espetxea ez dago Euskal Herrian, Andaluzian baizik,
Huelvan euskara ez da hizkuntza ofiziala eta euskara dakien inortxo ere
ez dago”. Esan bezala, argudioak “guztiz mamitsuak” dira eta “argudio”
hauek erabiliz hiru urte t’erdiz euskara legez kanpoko hizkuntza izan da
Huelvako espetxean.
ra egokitu beharko zutela adierazi zuen, esan nahi baita, bisitaldi arruntetan ere bisitariek agian gazteleraz hitz egin beharko zutela, presoen
komunikazioak kontrolpean daudelako, eta ebazpen horretan zirrikitu
bat zabalik uzten zuen epaile “jaunak” horretarako.
Espetxe zaintzako Epaitegi Nagusian Huelvako espetxeko arduradunek
telefonoz euskaraz hitz egitea debekatzeko emandako argudio “sakon
eta mamitsuak” inolako arazorik gabe onartu zituzten, eta euskal presoek epaitegi berezi honen aurrean beren eskubidea aldarrikatzeko egindako saiakera guztiek ez zuten inolako emaitzarik lortu. Epaileek argi eta
garbi adierazi zuten: “segurtasun arrazoien” izenean Huelvan espetxeraturiko euskal presoek telefonoz gazteleraz hitz egin behar dute.
Euskal preso politikoen eskubideak “hobeki zaintzeko” 2003ko maiatzean sorturiko Espetxe Zaintzako Epaitegi Nagusiko epaileek espetxeko
arduradunek telefonoz euskaraz hitz egitea debekatzeko azalduriko
“argudio sakonak” ontzat jo zituzten (Bermudez ospetsuak, besteak
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